Al borde del Insomnio

Quiero dormir. 

Pero no sé cómo hacerlo. 

Tengo pastillas. 

No son somníferos. 

Pero creo que con un puñado basta. 

Eso creo. 

Al menos.

Lo he intentado. 

Pero sigo despierta. 

Tengo insomnio. 

Al menos ,eso creo. 

Tal vez trace líneas en mis brazos. 

Marcas para medir el tiempo.

De las viejas a las nuevas.

No veo mucha diferencia.

Solo que unas sangran.

Mientras las otras se marchan.

¿Por dónde empezar?

Muñecas. 

Subiría a mi cuello. 

Bajaría a mi pecho. 

Mis muslos. 

Todo mi cuerpo. 

Tal vez así. 

Me pueda dar un baño antes de dormir. 

Tengo que limpiarlas.

No quiero la sangre.

Sólo quiero las marcas.

No quiero irme sucia.

Me he limpiado. 

A veces, después de las pastillas. 

Me tengo que acostar de lado. 

La cabeza arriba. 

Así, si me duermo. 

Y mis palabras suben por mi garganta. 

No me iré tan sucia. 

Quiero verme bien. 

Para quien sea que me intente despertar. 

Probablemente será mamá. 

Como todas las mañanas. 

Pero es de madrugada. 

Y no creo despertar. 

No puse la alarma. 

Podría colgarme. 

Pero el peso de todo. 

El peso de mí. 

Rompería la cuerda. 

En un instante. 

Estaría en el piso. 

Contracturada.

Aún más cansada.

Quieta, inerte en el suelo.

Probablemente. 

Roto estará mi cuello. 

Pero tengo que tratar mi insomnio. 

Vivir en él. 

Porque dormir no quiero. 

No creo que sea mi tiempo.

Tengo miedo de qué soñaré si duermo. 

No tengo los trazos rojos. 

Ni las pastillas blancas. 

Ni la cuerda. 

No le he puesto color a esa. 

Aún no la tengo. 

¿Qué haré si la tengo?

Cansada, de madrugada.

Al borde de mi cama.

Hay mucho ruido. 

Y tengo sueño. 

Tanto. 

Tanto sueño. 

Pero no. 

No puedo. 

Una siesta. 

Cerraré mis ojos. 

Pero tendré que abrirlos. 

Es lo que hay. 

No fui capaz de irme a dormir. 

Aún después de tanto.

No puedo. 

Me da miedo admitir. 

Que después de todo. 

Tal vez.

No quiero.