Primera Vez

Marvin Ramirez

La primera vez que sentí el pulso de la vida latiendo en mis venas, fui yo contigo. Fue un despertar cósmico, una epifanía que no solo pintó de colores vivos cada rincón de mi existencia, sino que redefinió el propio significado de la vitalidad. Antes de ti, mi mundo era una paleta de grises, una melodía inaudible; contigo, cada célula de mi ser vibró al unísono con una sinfonía de colores y sonidos que jamás había imaginado.

 

La primera vez que mis labios temblaron y se unieron a otros, fue contigo. No fue un simple contacto, sino un beso robado al tiempo, un aliento compartido que encendió una chispa eterna. Fue la promesa muda de un futuro entrelazado, un secreto susurrado por las almas que trascendió el instante fugaz y se grabó en el éter de mi memoria.

 

La primera vez que la adrenalina corrió salvaje por mis venas, desafiando el miedo más profundo, fue contigo. No fue una imprudencia, sino un salto al vacío de la existencia, una aventura sin mapa donde tu mano fue mi única brújula y tu mirada, un faro inquebrantable que disipaba las sombras de la incertidumbre. Juntos, desafiamos los límites de lo posible.

 

La primera vez que hice el amor, entregué mi alma y mi cuerpo sin reservas, fue contigo. No un acto carnal, sino un ritual sagrado, una fusión de pieles y almas que grabó en lo más profundo de mi memoria la esencia pura del deseo, la conexión y la vulnerabilidad absoluta. En ese instante, éramos uno, perdidos en la inmensidad del otro.

 

La primera vez que fui valiente, que enfrenté mis demonios internos y los tuyos, fue contigo. Tu presencia no fue solo un apoyo, sino mi armadura más formidable; tu fe, mi espada más afilada. Juntos, derribamos muros invisibles que me aprisionaban, liberando un espíritu que yo mismo ignoraba poseer.

 

La primera vez que me atreví a ser romántico, a susurrar versos al viento y a pintar sueños con palabras que el corazón no se atrevía a pronunciar, fue contigo. Cada gesto, cada detalle, era un eco de la melodía que tu amor había compuesto en el rincón más íntimo de mi corazón, una sinfonía de ternura y pasión.

 

La primera vez que saboreé el éxito, no fue en la cima de una montaña conquistada ni en el aplauso de multitudes, sino en la profundidad infinita de tus ojos. Fue contigo. Tu sonrisa fue mi trofeo más preciado, tu orgullo mi mayor recompensa, y en tu alegría encontré el verdadero significado de la victoria, que no era egoísta sino compartida.

 

Fuiste tú, siempre tú, quien estuvo allí. En cada uno de esos momentos cruciales, en cada umbral que crucé en la vida, tu sombra se entrelazó indeleblemente con la mía, tu esencia se fundió tan profundamente con mi ser que ya no distinguía dónde terminabas tú y dónde empezaba yo.

 

Tu presencia fue mucho más que un simple apoyo; fue la fuerza invisible que me impulsó a volar más alto de lo que creía posible, el ancla inquebrantable que me sostuvo en las tempestades más feroces de la vida. Tu respiración se convirtió en el oxígeno vital que llenaba mis pulmones, el aliento mismo que me mantenía vivo en cada instante que pasaba. Tu voz, melodiosa y firme a la vez, se transformó en el himno nacional de mi existencia, marcando el ritmo constante e inconfundible de mi corazón. Tu piel, cálida y suave como la seda, me brindó el refugio más seguro que buscaba, un santuario impenetrable donde mis miedos más profundos se disipaban en la nada. Tu risa, cristalina como el agua de manantial y contagiosa como la felicidad misma, fue la musa que despertó mi corazón dormido, la inspiración que dio vida a mis sueños más profundos y atrevidos.

 

Es todo esto, esta amalgama ineludible de recuerdos vibrantes y sensaciones desgarradoras, lo que ahora me mata lentamente, inexorablemente. La soledad, implacable y cruel como un verdugo inclemente, me roba el oxígeno preciado que un día tu aliento me dio con tanta generosidad, dejándome sin aliento, sin vida, un cascarón vacío. Los segundos, antes aliados y cómplices de nuestra felicidad, ahora son mi tortura, mi verdugo; cada tictac del reloj es una punzada dolorosa en el alma, cada momento una eternidad insoportable de tu ausencia. Al despertar cada día a una realidad desoladora, la dura verdad me golpea con la certeza aplastante de que estoy viviendo en un hilo, frágil y tenue, a punto de romperse en cualquier instante, a punto de caer irremediablemente en el abismo gélido de un mundo sin ti.

  • Autor: Loco De Amor (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 27 de septiembre de 2025 a las 18:09
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 11
  • Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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