La ciudad exhala humo, un vaho de rutina,
donde el sudor es moneda y el sueño, una quimera.
Ella, entre turnos, pulsa un ritmo febril,
y en la noche halla el eco de una vida que espera.
El trabajo es su cárcel, el acero su condena,
pero en el club nocturno, la música la libera.
Bajo luces lascivas, su cuerpo se serena,
una promesa audaz, una flor que no se doblega.
Él, desde la altura, la observa con deseo,
un depredador suave, un eco de poder.
Ella es fuego salvaje, un torbellino ciego,
él, quizás la llave que la pueda sostener.
Pero ella no se rinde, no se vende barata,
su danza es un lenguaje, un grito en la garganta.
En cada movimiento, su alma se desata,
y en el agua que cae, su pasado se levanta.
La audición, la prueba final, el instante decisivo,
donde el miedo se enfrenta a la esperanza cruda.
Y en ese escenario, su ser se vuelve vivo,
una fuerza imparable, una belleza desnuda.
Porque la vida es lucha, un baile en la cornisa,
un instante de gracia, un acto de rebeldía.
Y ella, como Sabines, nos muestra la sonrisa
que nace del dolor, la que al destino desafía.
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Autor:
Kmony Quiñonez(monina) (
Offline) - Publicado: 27 de septiembre de 2025 a las 17:13
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 24
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, Lualpri, Salvador Santoyo Sánchez

Offline)
Comentarios1
La vida en si misma es baile al borde del precipicio.
Con sus rutinas insaboras.
Dónde el amor nos llama a volar entre una ciudad sudorosa con manos vacías de monedas.
Hermosa poesía.
Saludos kmony Quiñonez
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