Carta de despedida

No sé cómo empezar, porque ninguna palabra alcanza para contener lo que siento. Te escribo con el corazón abierto, como si todavía estuvieras frente a mí, como si pudiera tocarte una vez más antes de soltar.

Amarte fue un incendio hermoso y devastador. Me diste vida y me quitaste fuerzas al mismo tiempo, y aun así no cambiaría nada, porque en tus brazos conocí lo más cercano a la eternidad. No me arrepiento ni de un instante; incluso el dolor que ahora me rompe es prueba de que fuimos reales.

Me marcho no porque haya dejado de amarte, sino porque el amor nos está consumiendo. Quisiera quedarme, pero siento que nos estamos borrando el uno al otro. Y prefiero llevar tu recuerdo intacto, antes que vernos convertidos en cenizas de lo que alguna vez fuimos.

Quiero que sepas que siempre serás parte de mí. Tu risa, tu mirada, la forma en que tu silencio me hablaba más que mil palabras… todo eso seguirá vivo en mí aunque estemos lejos. Y aunque intente seguir adelante, una parte de mí siempre te esperará en secreto.

Adiós, amor mío. No como quien cierra una puerta, sino como quien se despide con lágrimas y besos que no llegan. No como quien olvida, sino como quien guarda un tesoro imposible de reemplazar.