¿Dónde está?
Se preguntó en la penumbra de su soledad.
¿Cómo salir del espacio vacío en el que se encuentra?
Sentimientos encontrados, momentos paralizados por la sombra de lo que pudo haber sido y nunca fue.
Se hallaba en una larga travesía; el camino se hacía eterno, la vuelta atrás cerrada —como si la senda solo admitiera una dirección—, una línea recta que se estrechaba a sus espaldas anunciando que no había retorno posible.
En la penumbra de la noche se encontró consigo mismo y una pregunta rondó su cabeza:
¿Por qué?
¿Por qué había llegado hasta allí, qué podría haber hecho para que las cosas fueran diferentes, cuánto habría tenido que pedir perdón, qué más era posible ofrecer...?
¿Qué importa ya? No hay forma de cambiar el pasado; solo queda afrontar el futuro y tratar de vivir el presente —un día a la vez— buscando hacer las cosas distintas.
¿Fácil? No lo cree. Cada segundo aprieta, cada minuto ahoga. ¿Y la hora? No cree que llegue.
En un momento desconcertante, una idea surgió: ¿y si intentas regresar? ¿Sería posible, sería oportuno?
Su mente le gritó: ¡No! Las heridas creadas por tus errores son llagas aún sangrantes que, con tu presencia, propagan la corrupción de la carne y intensifican el dolor.
Pero el terco intenta corregir sus fallos; fracasa porque ni él mismo se perdona. ¿Cómo hacerlo, si no se percibe amado, si siempre se sintió menospreciado?
Menú del día: charlas motivacionales, videos de autoayuda, promesas del reino y, al final, bla, bla, bla —una misa vacía, un sermón hipócrita, un perdón falso.
Pensar que la culpa te consume, que el vaivén de las olas internas provoca un sinfín de sentimientos; un caos de emociones y, otra vez, los temores... culpable.
Estar solo, dicen, te obliga a escucharte. Él no escuchó más que el triste sonido de una ciudad que no importa; corrijo: que no le importas.
En la soledad, los pensamientos, vestidos de locura, al buscar una cura aumentan las ansiedades y te hacen sentir más solo de lo que estás. Echado sobre una cama, meditabundo y deprimido, encuentra luces de esperanza que, con el tiempo, se desvanecen en la penumbra de una habitación de paredes blancas que parece un manicomio.
¿Y si en realidad no estás triste, sino loco? ¿Cómo saber lo verdadero de lo falso, la realidad de la locura? Las ideas van y vienen, pero son más las preguntas que las respuestas encontradas
¿Llegará el día en que puedas dar el siguiente paso, en que puedas pasar la página? No lo sé. Espero que sí.
Seguir con su vida, esperar un milagro, aunque los milagros no siempre llegan refugiarse en la esperanza de alcanzar un perdón propio, jugar con la idea de amarse así mismo, abrazar la idea de ser feliz, aunque parezca una osadía; cumplir consigo, lo que no pudo cumplir con los demás, desechar la necesidad de gustarle al resto, soltar el peso de la mirada ajena y, en medio de tanta ruina ofrecerse un perdón que ni Dios otorga.
Un perdón nacido de la necesidad de renacer, quizá allí en ese gesto intimo empiece a nacer la verdadera libertad.
Luz de flores.
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Autor:
Luz de Flores (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 24 de septiembre de 2025 a las 03:08
- Comentario del autor sobre el poema: Busqueda de un auto perdon. Por los errores que uno comete.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: Luis P. Rodriguez Flores, Mauro Enrique Lopez Z., ElidethAbreu
Comentarios1
El perdón liberador cierra sus letras y es la forma de vivir en plenitud.
Me ha encantado su poema.
Abrazos.
Muchas gracias, para servirle.
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