Entre líneas y latidos

Se busca en la sombra una luz que guíe,

un norte en la noche   del desconcierto.

Se anhela un camino que no castigue,

donde el alma encuentre su puerto abierto.

Se aprende a vivir entre las líneas,

a seguir el ritmo de una canción ajena.

Se intenta encajar, aunque las espinas

de la falsedad hieran sin tregua.

Se busca agradar, ser la figura perfecta,

el reflejo pulido de una imagen ideal.

Se olvida el latido, la esencia secreta,

de ser uno mismo, sin hacer más mal.

Pero en el silencio de la noche oscura,

surge un eco rebelde, un grito interno.

Se decide romper con la estructura,

y volar sin miedo, hacia un futuro eterno.

Se elige ser dueño de la propia voz,

sin importar el eco del qué dirán.

Se abraza el caos, se acepta el error atroz,

y se construye un camino que es propio, sin afán.

Se descubre entonces que la vida es danza,

un vaivén constante entre el ser y el deber.

Se aprende a amar cada circunstancia,

y a florecer, libres, sin nada que temer.

Porque en la búsqueda incesante y profunda,

se halla el tesoro más valioso y real:

ser auténtico, sin ataduras ni duda,

la esencia pura que nos hace inmortal.