En sus ojos, no hay pena,
solo el reflejo de un sol.
En su voz, una amada sirena,
que calma el alma, mi corazón.
Sus manos, no son de arcilla,
sino de un suave, dulce algodón.
En cada gesto, en cada milla,
siembra el cariño y la bendición.
Ella no carga con el dolor,
lo transforma en luz y esperanza.
Convierte la angustia en valor,
y en cada lágrima, nace la bonanza.
Mujer de risa que sana,
que con su sola presencia,
hace que el alma que no amaba,
se inunde de amor y clemencia.
Por cada batalla que libraste,
hoy florece la felicidad.
La bondad que nos regalaste,
es tu más hermosa realidad.
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Autor:
Máx (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 21 de septiembre de 2025 a las 17:58
- Categoría: Amor
- Lecturas: 28
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Mauro Enrique Lopez Z., Mª Pilar Luna Calvo, Lualpri
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