Un ruego al cielo

EDGARDO

Hoy, el calendario, con dolor humano, me recuerda

que dos años han pasado, y el alma se me quiebra.

Un vacío en el alma que el tiempo no ha sanado,

papito querido, siempre serás mi amado.

Desde el cielo, con tu luz, guíanos cada día,

eres el ángel que en cada paso nos vigila.

La soledad me abraza, sin ti en mi caminar,

pero sé que me cuidas desde la eternidad.

Tu risa, tu voz, en mi mente se mantiene,

un recuerdo imborrable, que el tiempo no detiene.

Tu amor y tu guía, un tesoro en mi interior,

no hay palabras que describan mi inmenso dolor.

En cada sueño, te veo, te abrazo y te siento,

tu presencia es el único y más dulce lamento.

Nos dejaste un legado de amor, fe y esperanza,

en cada uno de nosotros tu alma descansa.

Quienes en la mente de sus seres amados viven,

sus corazones y espíritus nunca se disuelven.

Por eso, papá, yo sé que nunca te has ido,

tu espíritu vive, sigue, y estará conmigo.

El amor es más fuerte que la misma muerte,

y tu presencia en mi vida es mi gran suerte.

Tu amor vive en mí, en mi alma, en mi ser,

y en cada latido, mi amor por ti no va a fenecer.

Elevo una plegaria a Dios y a la Virgen María,

para que en el cielo te cuiden y te den alegría.

Que en la Santa Gloria de Dios, por siempre descanses,

y que el sol y la luna con su presencia sean mi guía.

En cada paso, en cada aliento, te siento cerca,

tu recuerdo en mi mente y corazón, siempre cerca.

Me consuela saber que, desde el cielo, me miras,

con ese amor inmenso, mientras que me suspiras.

Descansa en paz, mi querido padre, mi ángel amado,

por siempre, por la eternidad, serás recordado.

Hasta que un día, en el cielo, nos volvamos a ver,

en un eterno abrazo, que nadie nos pueda romper.

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