Tomé la decisión de desaparecer,
no como fuga cobarde, sino como mapa sin regreso:
cerré la puerta donde había esperanza rota,
doblé los recuerdos y los guardé en un bolsillo de invierno.
Lo siento, pero no me volverás a ver —
dije con voz que ya no pedía permiso.
No es que no duela dejar tu nombre en el viento,
es que el viento ya no sopla a mi favor.
Al principio éramos dos señales en la misma carretera,
rieles paralelos soñando el mismo destino.
Tu risa fue una linterna en noches sin orilla,
mi mano, un puente que creyó ciegamente en tus pasos.
Pero aprendí a leer las pausas entre tus caricias:
había un eco extraño, como si hablaras con alguien más.
“¿Te quieres divertir o quieres algo serio?” —
esa pregunta fue cuchillo y espejo en la misma mesa.
Yo contesté al amor con todo lo que tenía,
tú contestaste con prisas, medias verdades y ausencias.
No voy a ser opción número dos, me repetí hasta dormirme,
porque hay dignidad que pesa más que cualquier deseo.
Andando, andando — me dije, y salí al borde de la ciudad,
la mochila llena de promesas que ya no eran mías.
No digas que mañana van a terminar, recuerdo tu voz,
eso vienes diciendo hace un par de semanas.
Me fui dejando las fotos sin borrar, las canciones en el teléfono,
para que quede prueba de que amé con el teniente del alma.
Te estoy ayudando — pensaste, convencida de un castigo justo;
pero a veces ayudar es soltar, no empujar a alguien hacia su furia.
Que tal que nunca llega ese mentado adiós —
pensé mientras miraba tus manos jugar con otra verdad.
Y me dije: mejor partir antes de convertir mi deseo en ruido,
mejor volar cuando aún recuerdo el sabor de las estrellas.
Caminé por calles que olían a sal y a promesas incumplidas,
hablé con mi sombra, que por fin me correspondió.
No quiero seguir en medio de los dos, dije en voz alta,
porque los triángulos no enseñan; solo rompen.
Te voy a ir dejando — y cada paso fue una despedida,
una pequeña cremación de lo que fuimos.
Adiós, adiós — salía de mis labios como lluvia limpia,
gota tras gota, hasta que la lluvia fue canción nueva.
Amor aquí no hay, me dijo la lógica con fría ternura,
y la lógica, aunque austera, no miente cuando el corazón miente.
No has sido ni serás una persona mágica, me dije con pena,
pensaba que eras única, pero eras típica y sintética.
Persona infiel, repetí como si nombrar el hecho lo hiciera real,
como si al decirlo pudiera coser la tela desgarrada.
Y sin embargo: quién no ha sido hilos en manos de otro viento,
quién no rompió, quién no mendigó una lealtad que no llegó.
En la penumbra conocí mi rostro sin tus reflejos,
y descubrí un hueco donde brillaba una nueva costumbre:
quererme no como juego, sino como casa permanente,
abrazarme sin excusas, sin pedir que me amaran de vuelta.
Pasaron días, tal vez semanas, tal vez eternidades pequeñas;
a veces el eco de tu nombre me visitaba como turista.
Pero aprendí a recibirlo con cortesía y a no abrir la puerta,
porque abrir la puerta era volver a rendir mi patria.
Vi desde lejos que tu vida continuaba con otros versos,
que tus noches buscaban estrellas prestadas.
No deseo venganza, solo paz — y la paz no recoge escombros,
la paz planta semillas en tierra que aún no ha mentido.
Recordé nuestros domingos de cereal y películas malas,
las luchas por una almohada, el idioma que inventamos.
No niego lo bueno: eso también fue verdad, y la verdad es compleja,
no cabe en definiciones fáciles ni en frases de despedida.
Andando, andando — seguí mi camino sin mirar atrás,
las manos vacías pero con el pecho lleno de razones.
A veces pensé en volver, en golpearte la puerta con nostalgia,
pero la nostalgia es un mensajero con zapatos de mentira.
Me crucé con gente que me miró sin sospechar mi antigua rendición,
y con un niño que reía sin guardar secretos: la vida continuaba.
Aprendí que el amor no es estación única ni destino final,
es itinerario compartido que exige ser correspondido.
Hoy no te busco, y eso no es olvido: es elección con nombre,
es entender que el “para siempre” se construye con actos, no con discursos.
No te rogaré, porque rogar es sostenerse en manos ajenas,
y prefiero sostenerme en mis manos hasta volver a creer.
Si alguna vez te cruzas con la imagen de mi ausencia, no la malinterpretes:
no es triunfo ni castigo, es simplemente la paz que me di.
Cierra las puertas que debas cerrar, arregla tus silencios,
pero no me pidas que vuelva a ser puente cuando yo aprendí a ser orilla.
Y si te preguntas por qué me fui sin drama, sin grandes escenas,
es porque el drama alimenta a los que no quieren cambiar.
Tomé la decisión de desaparecer para que tu espejo se enfrentara solo,
para que la verdad, desprovista de excusas, se sentara a la mesa.
Andando, andando — el coro de mis pasos es ahora canción propia,
no necesito que la cantes, solo que la respetes como historia.
Adiós, adiós — lo repetí como quien cierra un libro querido,
no por dejar de querer, sino por no querer más heridas.
Y al final, en la calma que vino luego, entendí que desaparecer
no fue desaparecer del mundo, sino despejar el mapa de mi nombre.
Salí de tu radar y entré en mi propio tiempo, lento y verdadero,
donde el amor que me merezco se aprende en silencio y cuidado.
Que te vaya bien, pensé, y eso fue bendición sin orgullo,
porque desear bien al que nos hizo daño es curar la propia herida.
Y así, andando, andando, con el alma en una mano y la fe en la otra,
me fui construyendo un mañana que no depende de tu fidelidad.
Si alguna noche recuerdas mi risa, que sea con ternura y sin culpa;
si alguna mañana preguntas por mi rumbo, contesta el viento: sigo.
Porque desaparecer fue, en verdad, volver — volver a mí, entero, sin prisas,
y en ese volver aprendí que hay adioses que son también bienvenidas.
Adiós, adiós — la última vez suena menos dolorosa, más posible.
Andando, andando — los pasos marcan el compás de un corazón que repara.
Y si la vida nos cruza otra vez, que nos encuentre diferentes:
tú con tus elecciones, yo con mi paz, ambos con la lección.
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                        Autor:    
     
	Luis de leon ( Offline) Offline)
- Publicado: 21 de septiembre de 2025 a las 01:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Fabio de Cabrales, Antonio Pais

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