Supervivencia A Mis 63

Supervivencia A Mis 63

Pasar los sesenta
es ganar la lotería
sin boleto en la mano.

A pura necedad,
a pura terquedad
de no rendirme.

Guerras que vi
sin jalar un gatillo:
la Fría, con hielo en la nevera;
el Muro cayendo
sin rozarme los pies.

El 11-S,
torres en llamas
en un televisor que no parpadea.

Kennedy en descapotado.
Vietnam en blanco y negro.
El Che,
póster de rebeldía.
Armstrong pisando la luna.
Chernóbil susurrando veneno.
El Challenger
partiéndose en el cielo.

Sida en los ochenta.
Gripes con nombres de animales.
COVID,
mascarilla ladeada.
Zoom robando abrazos.
Alcohol en gel,
mi nuevo perfume.

Internet,
gritando desde un módem.
Celulares como ladrillos.
Dolly, clonada sin preguntar.
El genoma,
un mapa abierto.
La IA,
soñando con versos.

Presidentes de cartón,
dictadores con sonrisa pintada.
Golpes en streaming,
guerras que nunca arrancan.

Modas que ciegan:
pantalones rotos,
punk rompiendo cristales,
disco en neón,
rap conquistando esquinas,
reguetón,
muy lejos del bolero que sanaba.

Lennon,
silenciado por un disparo.
Maradona,
mano divina.
Jordan,
volando sin alas.
Messi,
tejiendo trozos de cielo.

Tsunamis tragando ciudades.
Huracanes arrancando techos.
Incendios tiñendo cielos de naranja.
Y la Tierra,
plana otra vez para algunos.

Pero aquí sigo.
Entero.
Testarudo.

Con más caminos en las piernas
que excusas en los labios.

Un corazón
que late despacio,
guardando tiempo para reír.

Y a pesar de todo,
sigo respirando aún.

En esta feria del desastre,
aprendí la regla de oro:
no se trata de salvarse,
sino de contarlo con descaro.

Ríe.
Resiste.
Cuéntalo.

El mundo se quiebra,
pero aún sabe reírse de sí mismo.