Los perros

Leonardo Gutierrez Berdejo

Los perros

Leonardo Gutiérrez Berdejo

Yacen adormitados en el césped, tendidos en el frescor debajo del naranjo.

Con las orejas atentas, pacientes esperan que sirvan la comida o algo más que los satisfaga.

Corretearon y jugaron por el patio toda la mañana.

Ellos son Tom, Cairo y Nerón, tres perros de la raza pastor alemán de cuatro, cinco y seis años en su orden.

Sagaces y comunicativos, las orejas, los ojos, la cola y la postura de su cuerpo advierten de lo que quieren. Hablan por ellos pero solo cuando lo desean.

El pelaje les brilla con los rayos del sol que les hace lucir su espléndido porte;

Se acurrucan juntos, casi rozando sus cuerpos. Al menor ruido se levantan prestos y sospechosos; gruñen, paran sus orejas, y enseñan los dientes con la boca arqueada y tensas sus colas.

Si el peligro acecha, ladran furiosos para espantarlo; de no conseguirlo, meten el rabo entre las piernas, tiemblan, y se acuestan donde se sienten resguardados.

Si están alegres, corren y juguetean por el campo.

Si el estómago gime y la ocasión se presta, roban el trozo de carne que, por olvido, quedó sobre la mesa con la astucia y el sigilo que la acción amerita y siempre que sea fácil, no complicado ni riesgoso.

Por las madrugadas, aúllan como recordando los salvajes tiempos lobunos de épocas pasadas;

En las mañanas, con los afanes del día y con el chirrido de los recipientes a la hora de la comida, se ariscan y corren como felinos hambrientos para engullir voraces las viandas servidas.

Satisfechos, lamen la mano que los alimenta y mueven su cola en señal de amistad. 

Lanzan ladridos amistosos a quien los alimenta; luego, después de engullir lo servido, se tienden a dormir atentos como escuchando el silencio y a la espera de otra ración.

Suspira el viento, trinan los pájaros, la grama musita tonadas de reflexiones alrededor de sus cuerpos estirados con las patas hacia adelante.

Un velo de misterio parece cubrirlos, parecen meditar tendidos sobre el césped debajo del naranjo.

Las hojas que caen los arrullan.  Nadie ha descubierto en qué piensan cuando así están tendidos.

De vez en cuando, paran sus orejas como si llamadas extrañas e inaudibles llegaran a cortejar sus letargos.

Relatos de amos extraviados hablan de que los han escuchado murmurar de mundos interiores pero nada es cierto. 

¡Qué paradoja! En ocasiones noto que se parecen a los humanos.

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Comentarios2

  • EmilianoDR

    Gracias Leo.
    A veces, los perros son más humanos.
    Que gr poema amigo.
    Saludos 👋

  • legube43

    Comparto tu opinión. Humanos parecen ser.



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