El Cid y su sombra

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El Cid y su sombra

 

Dicen que en Castilla cabalgaba un hombre cuya espada no solo partía la carne, sino que desgarraba el destino mismo. Era el Cid, héroe de cantares y batallas, cuya armadura parecía reflejar el sol. Sin embargo, detrás de él no caminaba la luz, sino una sombra que lo antecedía, como si su propia oscuridad fuera más antigua que su gloria.

 

Esa sombra no obedecía, no era eco ni reflejo. Era un caballero negro, forjado en constelaciones rotas, con estrellas convertidas en cicatrices. Y allí, entre el brillo y el abismo, surgía la pregunta: ¿quién era el verdadero Cid?, ¿el héroe que levantaba al pueblo o el espectro que lo devoraba en silencio?

 

Los templos de Atenea enseñaban que ningún caballero lucha contra otro: todos combaten contra sí mismos. Y así el Cid descubrió que la sombra no era su enemiga externa, sino su verdad más íntima. Le recordaba que no existía honor sin miedo, ni victoria que no naciera de una derrota secreta. Mientras los hombres celebraban sus conquistas, él cargaba dentro con la herida que nadie veía.

 

La sombra, como un dios menor, susurraba en su oído:

Todo lo que conquistas con acero, yo lo reclamo con silencio.

Todo lo que llamas virtud, yo lo nombro hambre disfrazada.

 

Y el héroe entendió la paradoja. Quizá no era un defensor de la justicia, sino un verdugo sirviendo a su propio fantasma. La duda cantaba más fuerte que la gloria, y su sombra lo observaba como un Santo de Oro que había olvidado su juramento, como un dios caído que aún portaba armadura, pero ya no fe.

 

El cosmos le mostró la verdad: ningún caballero existe sin su sombra. No hay llama que arda sin oscuridad alrededor, ni espada que brille sin un abismo que la reclame. Tal vez el Cid lo supo demasiado tarde, pero en su interior comprendió que su leyenda no se escribió en los campos de batalla, sino en la guerra secreta contra sí mismo, donde cada golpe que daba al enemigo era primero recibido por su sombra.

 

Y así, bajo la bóveda estelar, quedaron dos figuras inseparables:

el héroe que cabalgaba hacia la eternidad,

y la sombra que nunca moriría,

pues estaba hecha del mismo material

que incluso los dioses temían mirar.

  • Autor: Maggie\'s (Seudónimo) (Online Online)
  • Publicado: 16 de septiembre de 2025 a las 17:56
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 1
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