La Furia del Deseo y la Piel

Hay algo en ti que me enciende sin permiso, como un fuego que no pide madera y aun así arde con furia. Es un incendio invisible, nadie lo ve, pero me consume por dentro en silencio. Cada vez que apareces, siento como si el aire mismo se llenara de chispas que me buscan, que me muerden, que me empujan hacia ti.

No sé si es costumbre o hambre de piel, pero tu presencia es como un río que nunca se sacia. Me acerco y siento que me arrastra, me alejo y descubro que me persigue en la memoria. Tal vez sea la novedad lo que lo hace tan intenso, ese filo afilado de lo inesperado que corta y al mismo tiempo acaricia.

Hay momentos en que pienso que esto es simple capricho, un espejismo en medio del desierto, un oasis inventado por mis propios deseos. Pero luego vienes, y todo mi cuerpo confirma lo contrario: la piel reclama piel, el corazón late como tambor de guerra, la mente se rinde y solo quiere fundirse contigo.

Eres costumbre, sí, pero costumbre como el sol que cada día nace distinto. Eres necesidad, pero necesidad como el aire: invisible, vital, imposible de contener. Eres deseo, pero deseo como un mar desbordado que no entiende de límites.

Y aquí me tienes, confundido en este incendio invisible que me mantiene vivo y me devora a la vez, preguntándome si eres volcán que estalla, hoguera que se apaga, o llama eterna que me acompañará hasta el último aliento.

JFAS-15-09-2025