Borges Errante
Ciego iba, pero miraba
más allá de lo visible
con su bastón caminaba
un país inasible.
Errante entre bibliotecas
templos, plazas y jardines
fue viajero sin muñecas
coleccionista de fines.
El mundo le fue infinito
laberinto inacabado
y en su paso quedó escrito
el destino del cansado.
El Borges político (el desencuentro)
Fue liberal por herencia
enemigo del tirano
pero en medio de la urgencia
se quedó sin claro plano.
En la patria dividida
su palabra fue dispersa:
lo juzgaron sin medida
lo creyeron en reversa.
Defendió la libertad
pero a veces, sin certeza
pareció que su verdad
se escondía en la nobleza.
El Borges de los sueños
Entre tigres y laberintos
entre biblias y cuchillos
fue en el sueño que distinto
halló el reino de sus brillos.
Ahí vio lo que no dijo
ahí amó lo que no tuvo
ahí fue niño sin castigo
ahí su ceguera tuvo.
El Borges menos contado
fue viajero en duermevela:
un profeta iluminado
que en lo onírico se queda.
Borges y el exilio interior
Aunque nunca cruzó mares
como Ulises o Darío
sintió dentro los lugares
del destierro en su vacío.
Buenos Aires lo dolía
pero igual lo reclamaba
cada esquina repetía
una ausencia que quemaba.
Fue exiliado de sí mismo
de la patria y su quimera
y en su voz quedó el abismo
del errante que no espera.
María Kodama, el último amor
En sus pasos más finales
apareció la figura
compañera en los umbrales
testigo de su escritura.
María fue lo que quiso
y también lo que temía:
un refugio, un paraíso
un espejo en lejanía.
Dicen que amor tardío duele
otros dicen que redime
Borges, sin embargo, suele
en su nombre hallar su límite.
El padre y la herencia
De su padre heredó el verbo
la pasión por la escritura
la memoria de un acervo
que sería su armadura.
Pero aquel hombre severo
fue también sombra pesada:
un espejo sin consuelo
una herencia duplicada.
Borges quiso ser distinto
y sin embargo fue igual:
llevó el peso, casi extinto
de un legado paternal.
Macedonio, el maestro invisible
En los cafés del pasado
lo encontró como oráculo:
un filósofo encantado
un amigo sin obstáculo.
Macedonio fue la guía
el humor, la metafísica
una chispa que traía
la locura más poética.
En su obra aún resplandece
esa impronta soterrada:
Macedonio lo estremece
como sombra revelada.
Borges y el arrabal
Amó al tango en su rudeza
en la esquina y en la herida
vio cuchillos y crudeza
darle forma a su medida.
No fue solo bibliotecas,
ni espejos ni teologías:
en el barrio y sus callejas
se templaron sus poesías.
El arrabal, menos culto,
dio al maestro su canción:
la raíz de aquel tumulto
fue también su corazón.
Borges y la amistad imposible
Buscó amigos en las letras,
confidentes en la historia,
pero halló puertas discretas
más que brazos de memoria.
Su intelecto fue frontera,
su erudición, su muralla;
pocas veces la sincera
complicidad se le hallaba.
Quiso hermanos en el arte,
pero el genio lo apartó:
cada vínculo fue parte
de un espejo que se hirió.
El Borges último (testamento)
En Ginebra lo acogieron
los silencios y las sombras
ya sus pasos se rindieron
ante la muerte que nombra.
No pidió más que un abrazo
no exigió otra eternidad
quiso al fin cerrar el lazo
con la fe y la claridad.
El Borges menos contado
no fue mito ni alabanzas:
fue un hombre reconciliado
con su cruz y sus andanzas.
📚🌺
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Autor:
Ellie (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 12 de septiembre de 2025 a las 15:31
- Comentario del autor sobre el poema: El Borges menos conocido no es el de los laberintos infinitos ni el de los espejos que inquietan, sino el hombre frágil que dudaba frente a una boda, que buscaba unos amigos, un consuelo, que sentía miedo de la soledad. Ese Borges, íntimo y vulnerable, no suele aparecer en las antologías, pero late en los silencios de su obra. Recordarlo es aceptar que detrás del genio también hubo un hombre que se debatía entre la claridad de las ideas y la oscuridad de sus propias incertidumbres. El genio de los espejos y los tigres también fue un hombre de carne y vacilaciones. Tras los prólogos perfectos y los cuentos laberínticos, había alguien que temía a la soledad, que anhelaba compañía y que nunca dejó de buscar consuelo en la palabra. Ese Borges, menos conocido, lo vuelve más cercano.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: JUSTO ALDÚ, Javier Julián Enríquez, Andy Lakota👨🚀, Carlos Baldelomar, Fabio de Cabrales
Comentarios1
Me haces pensar, amiga, leerte varias veces, tomar un sorbo de café para poder comentarte y aún no sé si es lo que esperas.
Tu texto despliega un mosaico borgeano de gran elocuencia, donde cada sección retrata un ángulo distinto de su vida y obra: el soñador, el errante, el político desencajado, el exiliado de sí mismo.
Lo que puedo observar y decirte se que la fuerza del conjunto está en que no se queda en el mito sino que lo humaniza, reconociendo sus contradicciones, fragilidades y desgarros íntimos. Y es lo que dices en tu comentario de autora.
Es casi un “Borges coral”, que no lo encierra en un único espejo, sino que lo multiplica en imágenes paralelas: la ceguera como don y condena, el arrabal como raíz, la herencia como carga, el amor tardío como límite. Una lectura así no solo rinde homenaje, sino que devuelve a Borges su condición de hombre atravesado por luces y sombras.
Ya lo he dicho antes: "Si Bethoveen fue asombro al componer sordo, Borges fue genio al escribir ciego" .
Loor al nobel sin nobel.
Saludos.
Muchas gracias querido Justo y con tu comentario me ayudas a poner en perspectiva al poeta, al hombre con sus fortalezas y debilidades, con sus lados claros y oscuros.
Trabajo unos poemas a futuro, con la idea de como llevar a Borges a la juventud, como hacer que lo lleven en sus celulares, que inventen ritmos a sus poemas y dejen de ver solo al ciego poeta en el pasado. Eso se ha logrado con el Quijote con versiones juveniles que atraen mucho.
Gracias por ayudarme a juntar al hombre y al poeta, como cuerpo y sombra y que se elimine el paralelismo.
De acuerdo con tu frase dos grandes artistas.
El genio de los espejos y los tigres también fue un hombre de carne y vacilaciones. Tras los prólogos perfectos y los cuentos laberínticos, había alguien que temía a la soledad, que anhelaba compañía y que nunca dejó de buscar consuelo en la palabra. Ese Borges, menos conocido, lo vuelve más cercano.
Abrazos y gracias de nuevo por tu presencia y aporte.
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