Arena y sombra

jesus alberto porras

 

No quiero enamorarme,

pero algo tiene tu mirada lejana,

tu forma oculta de arena

que se escapa entre los dedos

y permanece, silenciosa, en mis manos.

 

No quiero enamorarme,

pero mi espíritu flota y besa tu frente,

mientras el niño que llevas dentro sonríe;

tu ego levanta coraza infranqueable,

y yo me derrito en la fragilidad de tu risa.

 

No quiero,

y sé que tú ya te enamoraste,

porque tus palabras te delatan una y otra vez,

cantan un “no” disfrazado de “apresúrate y ven”

a nuestro encuentro entre sábanas de algodón

y plumas húmedas que me envuelven.

 

No quiero enamorarme,

pero cada instante mi mente te nombra;

te colaste aquí,

y no sé cómo sacarte

sin aprender anecesitarte.

 

No quiero tu amor inoportuno,

tu incertidumbre tenaz,

tu frialdad imprudente,

tus palabras hirientes.

No quiero tu voz dulce consolándome,

ni tu llegada nerviosa,

ni vivir el efecto de tu insinuación

por mi presencia,

ni el vaivén de tus olas contrarias.

 

Decídete, amor,

y querré todo;

pero así no más,

no quiero enamorarme de alguien

que pinta colores

y luego borra en blanco y negro.

 

Eres sombra que se posa en mis días,

aire que respira en mi pecho,

arena que se escapa y permanece,

aunque quiera olvidarte.

 

Y aun así,

mi corazón se inclina ante tu silencio,

se derrite en la luz que no me das,

se pierde en la espera de un roce

que no sabe si llegará.

 

Y me quedo,

bebiendo el eco de tu ausencia,

como quien bebe arena y sombra

para no morir de sed.

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