Me amas.
Me has convertido
en una boca
dónde la luz
nace.
A veces solo soy
un tibio vapor de luciérnagas
sobre el horizonte manso.
A veces
solo soy
un relámpago.
Me gustas.
Cerras tus ojos
y de algún modo
te escondes en vos misma.
Me desenrosco
en una indescifrable caligrafía de luces,
cuya temblorosa fonética
arranca el tiempo
del mismo tiempo,
y te amontona
en una brevísima apnea
de hielo y premonición
incierta.
Te caes hacia dentro
en un pequeño espasmo de sangre.
Y te rompes, y te rajas,
y tiemblas como el árbol
que bajo los rigores
de la luz
se parte.
Queda
aprietas más los ojos
en un terrible desexistir forzado.
Tu cuerpo
que por un momento
deseas que no sea tuyo
(por si acaso)
se convierte en un hueco
que repite
la inmortal
voz
del rayo.
(Pensarías en Dios
si pudieras
pensar en algo)
Luego el silencio
y adivinarse
lentamente.
Vuelves a ti como la onda
de una piedrita
en la fuente.
Abres los ojos.
Descubres la respiración y la luz,
mis brazos, mis ojos
tus ojos en mis ojos
y lo sabes.
Estas a salvo.
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                        Autor:    
     
	Marcos Magallanes (Seudónimo) ( Offline) Offline)
- Publicado: 10 de septiembre de 2025 a las 04:36
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 21
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., El Hombre de la Rosa, alicia perez hernandez

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