Cuando el alma elige.

Roma.

Adrián…

Quisiera entregarte mi alma, mi vida y mi corazón.
Si pudiera, daría todo lo que tengo, todo lo que soy,
por un solo instante a tu lado.
Hoy pagaría cualquier precio por tenerte cerca,
por sentir tu respiración tan cerca de la mía
que no exista espacio para el aire entre nosotros.

Pero me toca conformarme…
con los planes a la distancia,
con los mensajes que me saben a migajas
cuando en realidad muero por el banquete de vos.
Me aferro a cada palabra tuya como quien respira,
porque cada vez que hablamos,
aunque estemos lejos, siento que te tengo un poco más cerca.

Y aun así… te extraño.
Te extraño incluso sin haberte tenido del todo.
Te imagino, te sueño, te invento.
Quisiera que conozcas cada rincón de mí,
que entres en mi cabeza y te pierdas en mis pensamientos,
que descubras el caos que me provocás
y el deseo que despertás sin siquiera intentarlo.

Hay noches, Adrián, en las que cierro los ojos
y puedo sentirte como si estuvieras acá.
Puedo imaginar tus manos buscando las mías,
tus labios rozando mi cuello,
tu voz susurrándome cosas que me derriten.
Te juro que a veces me parece injusto
que la distancia se interponga entre lo que quiero
y lo que puedo tener.

Antes pensaba que amar era calma,
que era esperar con paciencia,
que el amor era suave.
Pero vos me cambiaste todas las definiciones.
Con vos descubrí que amar también es arder,
que es necesitar y desear,
que es sentir que el alma te tira hacia alguien
aunque el cuerpo todavía no pueda seguirla.

Y me pregunto…
¿acaso amar tiene un precio?
Sí, claro que lo tiene.
El precio más alto es la distancia.
Es este nudo en el pecho que no se desata,
es querer abrazarte y no poder,
es tenerte en la cabeza todo el día
y no encontrar la manera de desatar estas ganas.

Porque cuanto más lejos estás, más te pienso.
Cuanto más te extraño, más te deseo.
Mi cuerpo te inventa, mi mente te dibuja,
y en cada pensamiento mío hay un pedazo de vos.
Te sueño tantas veces, Adrián,
que a veces me despierto con la sensación
de que te tuve entre mis brazos…
y cuando abro los ojos y no estás, duele.

Pero no voy a mentirte:
este amor, este fuego que me habita,
no entiende de kilómetros ni de pantallas.
Te siento mío de una forma que no sé explicar,
como si mi alma te reconociera desde antes,
como si tu nombre estuviera escrito en mí
desde mucho antes de que nos encontráramos.

Y sí… te deseo.
Te deseo con el alma y con el cuerpo.
Deseo el día en que las palabras no alcancen,
en que mis manos digan lo que mi boca calla,
en que pueda besarte hasta quedarme sin aire,
sentir tu calor, tu peso, tu piel.
Imagino tu mirada clavada en la mía
y todo lo que podríamos decirnos
sin decir una sola palabra.

La distancia me enseña sobre la paciencia,
pero también me enciende, me empuja, me quema.
Y, aun así, la acepto,
porque si es el precio por vos…
lo pago mil veces.

Mi alma ya te eligió, Adrián.
Mi vida, mi cuerpo, mis pensamientos,
todo en mí te pertenece desde hace tiempo.
No hay noche en que no te piense,
ni día en que no te sueñe,
ni instante en que no te lleve conmigo,
como una promesa grabada bajo la piel.

  • Autor: ROMA (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 6 de septiembre de 2025 a las 22:26
  • Comentario del autor sobre el poema: Estaba pensando en que mi tiempo libre no es mío… es tuyo. Porque cada vez que puedo, te escribo y te pienso hasta perderme.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 13
  • Usuarios favoritos de este poema: Raymundo Flores Avendańo, May Tar, Lualpri, Salvador Santoyo Sánchez
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Comentarios +

Comentarios1

  • Lou_

    que bella devocion por alguien que no te pertenece por completo, me encanto . La distancia duele lamentablemente



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