Fantasía

MIGUEL CARLOS VILLAR

Fantasía

 

 

Voluntariamente encarcelado

en la mazmorra de mis fantasías,

procuro olvidar la crueldad

de un presente saturado de injusticia,

odio y desmesurada ambición de poder:

empeño condenado al fracaso.

 

Los muros de mi cárcel

no son lo suficientemente fuertes

como para contener el estruendo de empedernidas guerras.

La fantasía se queda corta,

se paraliza ante la imposibilidad de concentración.

Los acontecimientos del momento

te envuelven bajo un tul plomizo,

cuyo peso aplasta cada intento de huir de la realidad.

 

Agotado,

tendré que dejar la fantasía para otra ocasión.

Y, sin embargo,

pienso que en estos momentos

es cuando la fantasía más se necesita:

al ver cómo el mundo se desangra;

al ver cómo niños sin padres

y

padres sin hijos sucumben bajo los escombros

de bombas sin piedad;

al ver que la hambruna demacra la belleza del ser humano…

 

Entonces cierro los ojos.

Dibujo, con tinta invisible, un universo paralelo

donde crecen flores en los campos de batalla;

donde los niños,

bien nutridos y en sus impecables uniformes,

mochila a cuestas,

caminan alegres a sus colegios luego de despedirse de sus padres;

donde árboles proyectan su sombra

en las calles de una ciudad moderna.

 

En ese rincón irreal,

la fantasía se convierte en resistencia:

un acto mínimo de insurrección poética.

 

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