En esta tierra donde la pólvora huele más que el café, los hombres con máscaras de hierro desfilan como santos de feria.
No llevan coronas de laureles, sino collares de balas, y sus oraciones se rezan en ráfagas que parten la madrugada.
La sátira está servida: la justicia juega a las escondidas, y el Estado, viejo payaso sin gracia, lanza discursos como globos desinflados.
Mientras tanto, los cárteles pintan murales con sangre, y juran que el rojo es el color oficial de la patria.
“Familia primero”, dicen, mientras entierran hijos en fosas clandestinas.“Honor y respeto”, gritan, pero negocian con la sombra del mismo diablo al que temen, el pueblo aplaude, obligado, con la esperanza de no ser el próximo voluntario en el sacrificio.
Y yo, que escribo, me río con amargura, porque el escenario es un circo sin domador, donde los leones ya no distinguen entre carne enemiga y carne inocente.
Qué irónico destino: un país entero atrapado en la función interminable, donde la entrada se paga con miedo y la salida no existe.
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Autor:
Fiorenzo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 5 de septiembre de 2025 a las 15:55
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
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