Galería del teléfono

Una galería de momentos que nunca volverán, un monumento a mis sueños rotos y a las aspiraciones que quedaron flotando en el aire como humo que se disuelve con el tiempo. Es también un altar para esas personas que el destino puso frente a mí solo por un instante, lo justo para enseñarme una lección, dejarme una herida o mostrarme la chispa de algo hermoso que jamás se repite igual.

En sus paredes invisibles conviven los recuerdos más luminosos con los más oscuros. Hay risas que todavía resuenan en mi memoria, abrazos que alguna vez me hicieron sentir eterno, y también silencios que pesaron como piedras. Hay traiciones, distancias inevitables y adioses que nunca busqué, pero que se impusieron como parte del precio de caminar hacia lo que quiero. Entre esos rostros están los que se alejaron porque ya no compartíamos intereses ni metas, porque yo elegí seguir adelante aunque el costo fuera la soledad.

En estas letras, que son a la vez sombrías y alegres, coloridas y tristes, contradicciones vivas como la propia existencia, doy gracias. Gracias por cada momento breve o prolongado, por cada encuentro que me marcó y por cada ausencia que me hizo más fuerte. Porque todo lo que pasó, incluso lo que dolió, me pertenece. Todo lo que me destruyó también me construyó.

La vida se mueve como una danza interminable: se va, vuelve, cambia, gira y se transforma. Es hermosa y cruel, un espectáculo que no se detiene nunca, un circo en el que las máscaras cambian pero la función siempre continúa. Yo soy parte de ese escenario, un actor que agradece y maldice al mismo tiempo, pero que sigue de pie entre las luces y las sombras.

Este poema es un pedazo de arte para quienes aún permanecen a mi lado y para quienes partieron, ya sea por decisión propia o porque yo mismo los aparté. Es un recordatorio de que el telón nunca termina de cerrarse, de que el ciclo no muere aunque todo parezca terminar. El circo nunca se detiene, y cuando la rueda vuelva a girar, cuando otra vida nos alcance, ahí estaremos de nuevo, frente a frente, reconociéndonos entre la multitud.