Recuerdo cuando lo conocí:
tenía una mirada triste
que me habló sin palabras,
un rostro marcado por las líneas del tiempo,
y, aun así, su sonrisa era luz
aunque el sol ya se había cansado de su brillo.
Mirarlo fue eternidad,
un abismo en sus ojos apagados.
Volverlo a ver fue reencontrarme
con esa parte mía que creí olvidada,
un abrazo que desató vivencias,
perfumes de un tiempo detenido,
instantes donde el reloj se rendía
y el mundo desaparecía.
Su mirada volvió a decirme “te quiero”,
y con ella se agitó mi memoria,
me devolvió la ligereza de su piel,
me encendió la nostalgia de lo imposible.
Pero también despertó las sombras:
las noches de insomnio,
las lágrimas escondidas,
las heridas de un amor primero
que me dejó siendo culpable
de una historia mal contada.
Hoy el pasado vuelve a tocar mi puerta,
pidiendo un cierre, un adiós,
pero yo le respondo con dignidad:
jamás volvería al lugar del que tanto me costó salir.
Porque hay despedidas que el alma
nunca aprende del todo,
y recuerdos que guardan latidos
como reliquias inquebrantables.
Pero yo sigo de pie,
con la frente erguida,
porque incluso en la nostalgia más feroz
he aprendido a elegir la paz,
a ponerme de primero,
a dejar atrás para siempre lo que no suma,
y a no vivir jamás de un recuerdo.
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Autor:
Poemas De Una Mente Joven. (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 3 de septiembre de 2025 a las 06:52
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
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