¿CÓMO DECIR LO MUCHO QUE LA EXTRAÑO?

Pienso. 
En puntas de pies
para que no me escuche, 
para no herirle, 
para no hacerle sufrir,
para no molestarle.
Escribo.
No escribo para acongojarme,
ni  para que se acongoje,
si usted, o alguien, lo hace 
no será por lo que yo escriba
ni por lo que yo no escriba.
Por eso escribo en silencio,
con letras mudas
y me guardo lo mío,
para que nadie llore,
para que nadie sufra
por lo que es mío,
o por lo que nunca fue mío.
Después de todo, 
usted tiene sus angustias,
tiene sus miedos, 
sus alegrías, 
llora por algo,
ríe por algo.
Yo tengo lo mío, guardado.
No es bueno dejarlo así, adentro, 
me dijo alguna vez... 
Pero vale, es mío, allí se queda.
Y de pronto me pregunto:
¿Cómo decir lo mucho que la extraño
sin molestarle, sin herirle, 
sin parecer yo una imagen desolada,
perdida y angustiada?
Por eso escribo en silencio.
Estos versos son silencio,
son silencio y son su nombre.
¿Sabe? Ahora llueve y ya es de noche.
La lluvia entona su persistente y melancólica
canción de primavera. 
¡Tantas lluvias han pasado!
Tantas lluvias, primaveras, canciones de pájaros
ocultos, tanto tiempo buscando sus ojos, su sonrisa, 
su aroma de jazmines y canela. 
¿Sabe? Ahora es tarde y la monótona lluvia me adormece.
Quizás mañana encuentre la manera de decirle
lo mucho que la extraño.
O quizás siga esculpiendo en los versos del silencio
su nombre. Solamente su nombre.
 
Derechos reservados por Ruben Maldonado.