La oscuridad no me destruyó; me enseñó a caminar por lugares donde la luz nunca llega. No es metáfora ni consuelo, es la única verdad que me sostiene en este mundo que se desmorona.
Muchos creen que la sombra significa muerte o derrota. Yo descubrí otra cosa: un orden oculto, una forma distinta de respirar, un refugio que no depende del sol ni de sus promesas vacías.
Recuerdo aquel día con la precisión de quien despierta en un lugar extraño. El sol entraba por las persianas como una condena, y todo alrededor era blanco, tan blanco que lastimaba. Voces huecas hablaban de esperanza, de caminos brillantes. Yo solo veía un pasillo interminable, cada vez más estrecho, cada vez más asfixiante.
Cuando cerré los ojos no fue por sueño, sino por cansancio del alma. Estaba harto de fingir un reflejo que nunca había sido mío. Y en la oscuridad apareció algo distinto: no un vacío, sino una presencia callada, paciente, como si me hubiera estado esperando.
Aprendí a escuchar: el crujido de las paredes, el murmullo de las grietas, un latido que no venía de mí, sino del silencio mismo. El miedo dejó de ser enemigo; se volvió idioma, y yo estaba aprendiendo a hablarlo.
Ese día comprendí que la claridad también miente: promete y oculta, mientras la oscuridad muestra lo que nadie quiere ver. Desde entonces mi vida dejó de ser mía. Hay caminos invisibles, y solo se abren para quienes aceptan ser devorados por la sombra.
Así empezó mi descenso, y no hubo regreso.
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Autor:
Rafael Medina (
Online)
- Publicado: 31 de agosto de 2025 a las 20:03
- Categoría: Gótico
- Lecturas: 1
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