El paseo

Brom Beto

 

 



Al igual que cada mañana después del desayuno, Pedrín salía de la casa rumbo al río que tanto le gustaba.

El corto camino siempre estaba lleno de sorpresas, tales como nuevas flores, una rama caída que necesitaba correr para continuar la marcha, alguna que otra liebre que cruzaba y lo asustaba... en fin, siempre había algo distinto, y eso era su distracción y regocijo.

En el último recodo, antes de bajar hacia la orilla del río, justo debajo del árbol roto, el apodo que junto con su padre le asignaron, vio sentada a una mujer que llevaba puesto un vestido floreado, a su lado había un par de perros grandes.

El chico levantó la mano y la saludó, pero sólo recibió un par de ladridos como respuesta, y nada de parte de ella. Le llamó mucho la atención, dudó unos minutos y decidió volver a la casa para comentarle a su madre sobre ello.

-Así es, mamá, la saludé y no me respondió, ¿no te parece extraño?

-Si, pero lo que más raro me resulta es que, estando en el comienzo del otoño, haya todavía turistas paseando por el bosque. Cuando vuelva tu padre le pediremos su opinión al respecto.

El padre de Pedrín era el guardabosque, al regresar al atardecer a su casa y escuchar el relato también quedó asombrado, y resolvió ir al lugar a la mañana siguiente para verificar aquello.

Bien tempranito padre e hijo emprendieron la caminata. Al llegar al recodo levantaron la vista y allí seguía sentada la mujer, acompañada por sus perros, que gruñeron apenas los vieron llegar.

-Buenos días, soy el guardabosque ¿Necesita ayuda? - se presentó ante ella.

La susodicha no respondió, los centinelas muy nerviosos continuaron en lo suyo. Pero lo más llamativo era que la mujer no se movía, parecía estar dormida.

-Papá, quizás esté herida y se desmayó, por eso no contesta

-Sí, es posible, volvamos a la casa, en el trayecto me comunicaré con la patrulla rural para que vengan, así juntos hallaremos una solución para este nada sencillo incidente.

A escasos minutos de arribar a la vivienda llegó la camioneta policial, y también la furgoneta de la perrera; bajaron varios agentes, que después de escuchar más detalles, emprendieron la marcha guiados por el guardabosque y su hijo.

Dada la cercanía del lugar hacia donde se dirigían, resolvieron dejar estacionado allí el vehículo policial, aunque no creyeron prudente prescindir de la furgoneta, ya que podrían requerirla para trasladar a los animales si la situación lo ameritaba. De modo tal que uno de los agentes marchó a pie, junto a Pedrín y su papá, y los otros dos los siguieron manejando el vehículo de la perrera a paso de hombre.

No tardaron en llegar al sitio en cuestión y, en efecto, allí continuaba sentada la mujer del vestido floreado, junto a sus perros. 

La furgoneta estacionó y los agentes descendieron de la misma para sumarse al resto en dirección al árbol. 

Los animales, apenas divisaron gente aproximándose a ellos, se pusieron en guardia y comenzaron a ladrar.

-Pero si estos son Hércules y Sansón, los perros del artesano. Y esa es su viuda... pobre mujer, quedó en shock después del accidente - dijo un agente

Uno de los canes se acercó al uniformado y lo olfateó, tras lo cual agitó su rabo y le lamió una mano.

-Hola, Hércules, buen perro (le dio unas palmadas en el lomo)

El guardabosque lo miró sorprendido y preguntó :

-¿Desde cuándo los conoce usted... y qué fue lo que pasó con el artesano?

-Es una larga historia... se la resumiré: conocí a ese buen hombre y a esta joven mujer hace un par de años, y cuando contrajeron enlace cuidé de sus perros durante su luna de miel. El destino quiso que él perdiera la vida recientemente en uno de sus viajes en los que iba a comprar cueros. Ella quedó devastada y al parecer encuentra consuelo en este árbol.

-¿Y cómo es que no me crucé antes con ella, si recorro este bosque a diario y lo conozco de cabo a rabo? - preguntó el guardabosque.

-Ella no es de por aquí... la conocí cuando me desempeñaba en otra jurisdicción cerca de su hogar. Su marido tenía una marroquinería y ella daba clases de música en una escuela. A menudo nos cruzábamos en reuniones barriales. Dejé de verlos cuando me dieron el pase a este lugar. Y al enterarme del fatal accidente la contacté para darle mis condolencias y ofrecerle hospedaje en la cabaña que tengo aquí cerca, me pareció que le haría bien cambiar de aire hasta que se recuperara anímicamente. Ella aceptó y se mudó hace unos días.

-No se la ve nada bien, convendría llevarla a que la revise un médico - opinó el guardabosque

-Sí, pero, papá ¿Cómo hacemos para acercarnos a ella sin que sus perros nos ataquen? - preguntó Pedrín, asustado.

-Yo me haré cargo de ellos, no se preocupen - dijo el policía, y se fue aproximando con cuidado a Sansón para que lo olfateara y lo reconociera, al igual que había hecho antes Hércules.

Los otros dos agentes caminaban a prudente distancia de él, portando bozales y correas, mientras que Pedrín y su papá decidieron quedarse unos metros más atrás.

En breves instantes, el policía consiguió sin grandes problemas atrapar al perro y llevarlo junto a su compañero dentro de la furgoneta.


El policía no tardó en atrapar al perro y lo llevó sin problemas hacia la furgoneta, junto con su compañero.

Padre e hijo se acercaron a la mujer; ésta, en apariencia desmayada, no daba señales de vida. Pedrín, con todo cariño, tomó una de sus manos y la sintió fría, casi helada, se sobresaltó…

-Papá, parecería que está muerta, ¡qué miedo!

Aquella expresión del niño en voz alta fue también escuchada por los policías, que sin dudarlo se acercaron al árbol en cuestión.

Minutos después de haberle realizado una breve revisión a la mujer, comprobaron que la impresión de Pedrín había resultado acertada.

Los agentes hicieron un par de llamadas, y en menos de una hora una ambulancia trasportaba el cuerpo de la desdichada mujer hacia el hospital cercano. 

Uno de los policías acompañó a los camilleros en la parte delantera del vehículo, mientras que los otros dos pusieron en marcha la furgoneta rumbo a la perrera.

El guardabosque se despidió de ellos y permaneció quieto durante un buen rato, viéndolos alejarse, hasta que apenas fueron un punto en el horizonte.

Pedrín, entretanto, observaba el árbol donde por primera vez en su vida había tenido contacto con la muerte. 

Su padre, al notarlo extraviado en ese tétrico escenario, intervino para extraerlo de allí.

-Vámonos ya, hijo, no tenemos nada más que hacer aquí. Lamento que hayas pasado por esta triste experiencia. Ojalá tu paseo de mañana resulte mucho más feliz 

Y mientras ambos caminaban de regreso al hogar, el chico lo sorprendió con una pregunta:

-¿Qué sucederá con esos perros, papá? Ahora no tienen a nadie... ¿Qué harán con ellos los policías?

El guardabosque había pasado por alto ese detalle y se quedó pensativo, sin saber qué responderle…


Mientras estaban cenando fue la madre de Pedrín quien, después de haber escuchado toda la historia y lamentar el deceso de la infortunada mujer, comentó sobre el destino del par de perros.

-Papá, es lo mismo que te pregunté... si los traemos a casa yo me ocuparía de cuidarlos, y además serían una agradable compañía en mis paseos al bosque, ¿te parece buena la idea?



El padre dijo que consultaría con los dueños de la perrera la posibilidad de adoptarlos.

Ya en la cama, Pedrín tardó en conciliar el sueño, pues imaginaba sus corridas por el bosque con “sus” perros... 

A la mañana siguiente, luego del sepelio de la mujer, el agente que la conocía de antes pasó a retirar el coche policial, que el día anterior había quedado estacionado frente a la casa del guardabosque. 

El padre de Pedrín consideró oportuna la ocasión para invitarlo a desayunar y, de paso, hacerle algunas preguntas.

El agente aceptó con gusto. Mientras saboreaba el humeante café, acompañado por crocantes tostadas untadas con miel y mantequilla, se prestó al intercambio.

-¿Se supo la causa de muerte de la mujer? - preguntó el guardabosque.

-El forense informó que se trató de "síndrome del corazón roto". Tiene que ver con la profunda tristeza que embarga a una persona, tras la pérdida de un ser querido. El corazón deja de bombear adecuadamente la sangre y produce un colapso - respondió el policía.

-Qué curioso... nunca había oído hablar de esa enfermedad. Pobre señora, quiso irse con su marido... En cuanto a esos perros, me pregunto si existe posibilidad de quedármelos, a menos que tengan otro destino. 

-Por ahora están en la perrera. Según averigué, la difunta no posee familiares que pudieran reclamarlos. De hecho yo mismo me hice cargo de su funeral, ella ya descansa en paz. Entiendo que para adoptarlos tendría que completar un formulario y cumplir con ciertos requisitos. Si lo desea hoy mismo puedo llevarlo a la perrera y allí le informarán - explicó el agente.

-De acuerdo, se lo agradezco, una vez que hayamos desayunado voy con usted.

Minutos más tarde ya estaban en el patrullero con rumbo a la perrera.

Una vez allí el trámite fue rápido gracias a la intervención del policía. Y antes del mediodía los animales fueron puestos en una furgoneta, en la cual emprendieron viaje hacia su nuevo hogar. 

Pedrín los aguardaba con ansiedad, y en cuanto escuchó algo que parecían ladridos a la distancia salió a la vereda para verlos arribar. 

Hércules y Sansón se volvían más ruidosos a medida que se aproximaban.

Cuando por fin llegaron a la casa, el guardabosque y un empleado de la perrera descendieron de la furgoneta; este último se apresuró a darle a Pedrín precisas indicaciones con respecto al período de adaptación de los perros.

El niño escuchó con atención y esperó a que los animales fueran bajados del vehículo, con sus respectivas correas y bozales colocados. 

Con paciencia y mucho amor, Hércules y Sansón se fueron acostumbrando a su nueva familia. 

Al comienzo de sus paseos al bosque, junto a Pedrín, los canes se dirigían hacia el lugar donde había fallecido su antigua dueña. Ellos olfateaban el árbol durante un rato y miraban hacia  todas partes, como si la buscaran. 

Con el correr de los días el rastro de la infortunada mujer fue desapareciendo, al igual que su recuerdo. Y cada vez que se iniciaba otra jornada, el niño y sus compañeros peludos regresaban al bosque en busca de nuevas aventuras.



*/*/*/*

Autores

Laura Camus (Argentina)

Beto Brom (Israel)



//////////////

Imagen de la WEB c/texto anexado

  • Autor: Brom Beto (Offline Offline)
  • Publicado: 31 de agosto de 2025 a las 09:03
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 6
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos


Comentarios +

Comentarios1

  • AZULNOCHE

    Se hace muy agradable la lectura, me produjo curiosidad.
    Un saludo



Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.