EL SOL Y LA LUNA

Henry Pumacayo p

Cuentan las historias de viejos tiempos que, hace muchos siglos, el Sol y la Luna no vivían separados. Al contrario: compartían el mismo cielo, abrazados en una danza infinita. Eran dos amantes que jamás se cansaban de mirarse, de entregarse calor y ternura, de fundirse en un solo respiro de luz y sombra.

 

El Sol era fuego, risa, impulso. Sus rayos encendían los caminos y su ardor daba vida a cuanto tocaba.

La Luna, en cambio, era susurro, calma y silencio. Su brillo suave acariciaba la piel del mar y tejía sueños en los ojos de quienes dormían.

 

Tan distintos como polos opuestos, así se amaban:

él la encendía con su fuego, ella lo serenaba con su frescura de su brisa;

él brillaba por fuera, ella resplandecía por dentro.

 

Pero su amor era tan grande e intenso que el cielo comenzó a temblar.

Las mareas ya no sabían hacia dónde ir, las estrellas se escondían de celos, y los días y las noches se confundían en un mismo abrazo.

 

Entonces, un día, el Universo, envidioso de tanta pasión, decidió separarlos.

 

—Cada uno tendrá su momento —sentenció—. Uno brillará de día, el otro de noche. Y solo se verán en los eclipses. Así veremos si ese amor que tanto proclaman sigue siendo tan inmenso como se muestra.

 

Y así se hizo.

 

El Sol ardió de rabia y sus llamas se elevaron como gritos al vacío.

La Luna lloró en silencio y de sus lágrimas nacieron las estrellas, centellas eternas que aún hoy iluminan las noches.

 

Desde entonces viven separados.

El Sol la busca en cada amanecer, pintando el horizonte en un lienzo de dorado, pero ella ya se ha escondido.

La Luna lo sueña en cada noche, cubriendo el cielo con su manto plateado, pero él ya ha partido.

 

Solo en los eclipses se encuentran. Aunque sea breve, en ese instante se dan un beso inmenso, como antes, cuando eran felices. Y cuando se tocan, el universo entero calla: las olas contienen su aliento, los vientos dejan de soplar, y nadie puede mirarlos de frente, porque la pasión con la que se abrazan es demasiado intensa.

 

Tan pronto como pasa, se alejan, tristes y a la vez dichosos, aguardando el próximo eclipse para volver a encontrarse.

 

Y así nos recuerdan que el amor verdadero no siempre necesita durar en el tiempo, para ser eterno.

 

Derechos reservados 29/08/2025

henry pumacayo p.

  • Autor: Henry Pumacayo (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 30 de agosto de 2025 a las 01:09
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 6
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Comentarios +

Comentarios1

  • Nkonek Almanorri

    Usted presenta su escrito como un cuento, y en cierto modo lo es. En las aún no tan viejas culturas del África profunda, y virgen aún, afortunadamente, esto se llama "Tradición oral" y que aún perviven desde hace siglos e incluso milenios hasta hoy (mi bisabuela era, fue, una gran contadora de leyendas enmarcadas en la tradición oral). Estas historias, cuentos y tradiciones orales se daban cuando el sol se retiraba a descansar y la luna venía, con las estrellas, a dar luz a los lugares y espacios de concurrencias humanas. Esto está registrado como cuentos, historias y leyendas de África y se transmite por medio de la tradición oral.
    Gracias por su precioso cuento.



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