La mujer de mil rostros
(Inspirado en un cuento robótico)
En lo más hondo del rincón de la evocación y del repaso, en donde nacen los gestos y se entrelazan con los sueños, se encuentra un árbol antiquísimo. Es el árbol de los sentimientos.
Es altivo y fuerte como el coloso de los mares y a su alrededor se agrupan otros más en cerrada formación como si quisieran resguardarlo. Sus ramas encrespadas como brazos retorcidos parecen abarcarlo todo y se estremecen con el sonido de las risas o de los sollozos; unas cuelgan sobre el río de la vida; otras se elevan como besuqueando el aire que las anima.
Ellas miman las nubes y juegan con el viento.
La sombra esparcida sobre la tierra cuenta uno a uno los pétalos de las amapolas; en la noche, duerme con la fragancia de las estrellas. La llovizna de los sueños la acaricia, le susurra en los poros y en su piel deja gotas de amor.
Sus hojas desnudas, en las excitadas ramas, resplandecen con el sol de los alientos.
Ellas son mensajeras del reflejo del aire y del agua, y unas veces hablan al viento, otras lloriquean de tristezas y, más allá de todas las veces, susurran secretos ocultos a las aves que osan acercarse.
Ellas son voz y rostro del árbol que las creó.
Cada una es un sonido que penetra el espíritu, cada una es aroma que impregna el ser, es una historia plasmada de amor, dolor, tristeza y alegría; sonrisas y lágrimas, amores y desdichas perdidas o animadas. Casi nunca el desprecio asoma en su interior.
Cantan cuando la primavera se asoma en los campos; gimen trémulas y tristes en el verano de los tiempos o cuando el otoño se muestra airoso.
Sus raíces abaten la tierra en busca de consultas y objeciones, taladran los huesos encontrados.
Cada hilo penetra el velo oculto y se deleita con el paisaje que nadie ve, deforman las rocas halladas y levantan cercos alrededor de una clave enmohecida por la eternidad. Es la clave de un corazón abatido que decidió cerrarse en el fragor de los años.
A su lado moran las estrellas del silencio y las amargas gotas de la vigilia.
El bálsamo yerto apenas suspira por entre las minúsculas rendijas que la oscuridad deja.
El viento teje lazos de amistad con las hojas. Se agita con ellas y las conduce al valle de las sonrisas, más allá de los oscuros senderos de las profundidades, y las deposita en los abismos del olvido o en el de los recuerdos, según la orden recibida por la hacedora de historias.
Es ella quien mueve el barril de los pareceres. Las aves con sus trinos de alegría llevan las historias de rama en rama, fabrican sus nidos en las ramas seleccionadas y arman camas de amor.
En la penumbra de los años idos, sollozos y lamentos huyen a lo más recóndito; una armonía de notas indescifrables se amamanta en el pecho lánguido de leche, pero repleto de recuerdos y de amores.
El árbol de los sentimientos se inclina ante la bondad de los recuerdos, acaricia el pasado con manos tiernas y da besos a lo que fue y a los que fueron. Un pasaje de amor y ternura, un fragmento de desdicha, un pasadizo de emociones. Dormitan las hadas en el sigilo misterioso que pasea por entre las raíces.
De regreso al rincón de la memoria, a las sombrías cavernas en donde yacen las lágrimas de tristeza y de la alegría, formando un solo haz, se levanta como un titán el guerrero árbol de los sentimientos. Con paciente y serena calma, espera que alguien osado encuentre la clave que ha de abrir la sala en donde reposa el alma de quien alguna vez soñó, rio, amó, besó, disgustó y entristeció como si fuera él la mujer de mil rostros.
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Autor:
Leo (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 24 de agosto de 2025 a las 07:45
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
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