MADRE

José Mario Calero Vizcaino

SÍNTESIS

 

Madre: de abuelos y pasado venimos; del útero encendido la vida abrimos.

 

Cordón y vientre, brazos y cunas tendidas: seno y trabajo, pan de nuestras vidas.

Fuiste enfermera, maestra, cocinera; confidente y sostén de cada era.

Me diste vida, sangre por mi vena; norte y hogar, tu mano que me ordena.

Con tus decisiones —buenas y duras— trazaste el rumbo entre sombras y alturas.

Detente, tiempo: déjala en su orilla; aún faltan bodas, risas y familia.

Mujer que cruza umbrales, sabia y viva; tu alma es mar que guarda y nos aviva.

Eres el fuego dulce del hogar: en tu casa descanso y puedo ser.

Paralelas y entretejidas nuestras tramas: tu cambio en mí; el mío en tus ramas.

Altiva y noble, brújula y destino: madre y señora, luz de mi camino.

 

 

Abuelos, familia, pasado: venimos;

padre y su flujo: la puerta abrimos;

cordón al vientre: casa que nos guía,

seno y pezón: sustento cada día.

 

Tu clímax fue mi vida verdadera,

la de mis hermanos, llama entera;

brazos y cunas, sábana tendida,

cobijo y trabajo: raíz de vida.

 

Fuiste enfermera, cocinera, lavandera;

maestra, vigilante, fiel consejera;

juguetona, compañera y, si hace falta, rival:

fuente de gozo, luz fundamental.

 

Confidente, peluquera, mano fuerte,

sostén del día, oficio y buena suerte;

viajera —carretera, mar y espuma—,

hilo del clan que cose y que perfuma.

 

Me diste vida, sangre por mi vena,

me diste norte, hogar y mano buena;

madre y patrona, jefa protectora,

matriz y origen: base fundadora.

 

Con decisiones —buenas, malas—, resueltas,

forjaste en mí la ruta de mis vueltas;

no te odio: te amo hasta la herida,

cocina y casa fueron pura vida.

 

Socia, diseñadora y vendedora,

mano que crea, guarda y atesora;

mano que lava, plancha y se enamora;

mano que firma y paga a cada hora.

 

Detente, tiempo —tiempo—, no te atrevas

a arrebatarle horas ni sus pruebas;

déjala aquí, con quienes la rodean;

con su familia, en paz, que la desean.

 

Mujer —divorciada, viuda— caminante,

ya traspasaste el límite vibrante;

la vejez de mi abuela es mi medida,

tu alma, sabia, contiene mar y vida.

 

Cuéntame, madre, lo que ven tus ojos

antes del viaje, libre de despojos;

otra arruga, otra cana que ilumina,

no me abandones a la sombra fina.

 

Aún faltan bodas, bautizos, alegría;

quédate viva, madre mía, todavía;

que siga el río rojo —artería—,

que dure el pulso, que nos sobre el día.

 

Eres testigo de mi vida entera,

y de la de mis hermanos, compañera;

eres el fuego dulce del hogar,

donde por fin me puedo desarmar.

 

Paralelas y entretejidas, nuestras tramas:

en ti mis giros; en mí, tus claras ramas;

tu cambio en mí, el mío en tu espesura:

dos aguas juntas en la misma hondura.

 

Y si te encorvas —noble herida antigua—,

seguirás libre, honrada, fiel amiga;

tenaz, bondadosa, fuerte y protectora,

consejo y casa, madre, gran señora.

 

Altiva, noble, distinguida y grande,

la luz que en cada paso nos expande;

madre, mi casa, brújula y camino:

de tu semilla nace mi destino.

 

 

  • Autor: Orelac - el Arquitecto Verde (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de agosto de 2025 a las 11:07
  • Comentario del autor sobre el poema: José Mario Calero Vizcaíno e Inteligencia Artificial
  • Categoría: familia
  • Lecturas: 1
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.