No sé bien por qué escribo esto, ni para quién. Tal vez solo necesito vaciarme un poco, porque llevo años cargando cosas que ya no tienen nombre, solo peso. Me siento perdido, sin rumbo, como si hubiese estado caminando en círculos en una vida que nunca terminé de elegir. Y aunque desde fuera todo parece estar en orden, por dentro estoy deshecho, agotado, como si mi corazón llevara demasiado tiempo funcionando por inercia, sin fuerza real. He acumulado tormentas que nadie ha visto. Me he tragado palabras, lágrimas, gritos. Me he convertido en alguien que sonríe por costumbre, que dice “estoy bien” aunque por dentro esté cayéndose a pedazos. Y lo más triste es que, ya ni siquiera sé cómo se siente estar en paz. Mi mente es un lugar ruidoso, lleno de culpas, de recuerdos que queman, de preguntas que nunca tuvieron respuesta. A veces me canso incluso de pensar. O de sentir. Porque sentir, últimamente, solo duele.
He estado cargando con tanto por tantos años… responsabilidades, miedos, decepciones, heridas que nunca cerraron del todo. Me he hecho fuerte, sí, pero a costa de irme rompiendo por dentro. Hay un cansancio en mí que no es físico, sino del alma. Es como si algo se hubiera apagado hace tiempo y yo solo siguiera funcionando por costumbre. Mi corazón late, pero se siente exhausto. Mi mente no descansa, está llena de ruido, de preguntas que me persiguen, de pensamientos que pesan.
A veces siento que no me pertenezco del todo, como si viviera bajo una lupa que nunca se apaga. Todo lo que hago —o dejo de hacer— parece estar sujeto a la mirada de otros, como si cada paso tuviera que ser evaluado, aprobado, aplaudido o corregido. Me presionan sin decirlo, esperando siempre un poco más de mí, como si dar lo que puedo nunca fuera suficiente. Como si mi cansancio no contara, como si mi alma no tuviera derecho a detenerse. No es que no quiera dar lo mejor de mí. Lo intento. Siempre lo he intentado. Pero a veces quisiera que alguien simplemente me dijera: "no tienes que demostrar nada hoy". Puedes simplemente ser". Porque vivir bajo la mirada constante del “deberías”, del “esperábamos más de ti”, del “tienes tanto potencial”… también cansa. Cansa de una forma que no se nota, pero que lentamente te empuja hacia un rincón donde ya no sabes si sigues viviendo por ti o solo existes para cumplir con los demás.
He aprendido a poner sonrisas cuando lo que quiero es desaparecer. He aprendido a decir “todo bien” para no incomodar a nadie. Me río a veces, claro. Pero no porque esté feliz… sino porque me he vuelto experto en aparentar. Y eso duele más de lo que cualquiera imagina. Sentirse solo entre la gente, sentirse invisible incluso cuando estás rodeado. Esa es una de las peores formas de existir.
Pero últimamente… y digo esto con miedo, con cautela… últimamente he sentido algo distinto. Un pequeño brillo. Un destello de luz en medio de toda esta oscuridad que me ha rodeado por tanto tiempo. No sé de dónde vino, ni si lo merezco, pero ahí está. Tal vez fue una palabra, un gesto, o simplemente el hecho de haberme tomado de la mano y verme a los ojos, detenido a mirar mi propio dolor con honestidad. No lo sé. Solo sé que, por primera vez en mucho tiempo, algo en mí quiere creer que no todo está perdido.
Y sin embargo, tengo miedo. Miedo de que esta luz desaparezca. Miedo de que sea solo una ilusión, algo temporal. Miedo de volver a hundirme más profundo si esa chispa se apaga. Porque cuando uno ha vivido tanto tiempo en la oscuridad, hasta la más mínima claridad puede doler. Y el miedo a perderla, a quedarte solo otra vez, se vuelve insoportable. A veces me sorprendo cuidando esa luz como si fuera lo único que me queda, como si fuera lo último que podría salvarme. Pero ¿y si no dura? ¿Y si no era real?
Sigo cansado. Sigo roto en muchas partes. Pero hay algo en mí que no ha muerto. Algo muy pequeño, casi invisible, pero que aún late. Y eso, aunque me dé miedo, también me da una especie de fuerza extraña. Tal vez, solo tal vez, no todo está dicho todavía. Tal vez aún hay algo que merezca ser vivido.
No sé cuánto más pueda cargar, ni si lograré encontrar paz algún día. Pero necesitaba escribir esto. No para pedir ayuda. No para que alguien me salve. Solo para ponerle nombre a este abismo. Solo para decirme a mí mismo que, a pesar de todo, sigo aquí.
Me aferro hoy, aquella luz, aquella caricia, aquella sonrisa, aquella mirada, la cual guardo la esperanza de que me saque de este abismo.
Firmado: alguien que casi se rindió… pero no del todo.
-
Autor:
Andrés KA. (Seudónimo) (
Online)
- Publicado: 23 de agosto de 2025 a las 00:56
- Categoría: Carta
- Lecturas: 1
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.