Lucía murió en la esquina,
donde tantas veces vendió su piel como pan caliente.
El asfalto fue su cama final,
la sangre su última pintura de labios.
Nadie lloró por la madre,
porque la madre nunca estuvo.
Los hijos la conocieron más como fantasma que como abrazo,
y la odiaron tanto como la necesitaban.
Pero en la clientela era diosa,
carne ardiente envuelta en perfume barato,
un vicio con piernas largas,
la salvación de muchos que se arrastraban en la noche.
Lucía fue mujer de risa sucia y mirada brillante,
amada en los callejones,
escupida en los altares de la moral.
Mitad deseo, mitad desprecio.
Y un día alguien decidió acabarla.
No fue el cielo ni un destino escrito,
fue una mano furiosa,
quizás uno de los que la amaban demasiado,
o de los que no podían soportar verla viva.
Ahí quedó, tendida,
en la esquina donde se paraba como estatua vulgar.
Los curiosos miraron,
unos con lástima,
otros con alivio,
otros con esa nostalgia rara de saber que ya no habrá otra Lucía
que se venda con tanta rabia al mismo tiempo que se regala.
Lucía fue mujer rota,
odiada y venerada,
y al final, su final fue coherente:
morir donde había vivido,
entre la sombra, la carne y la condena.
-
Autor:
Cookielove (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 22 de agosto de 2025 a las 00:43
- Categoría: Triste
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Lualpri, alicia perez hernandez
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.