Marie parecía destinada a brillar como pocas. Joven francesa a la moda, con una familia de fábula y una casa de cuentos de hadas, tenía además un amor de infancia que creció con ella hasta convertirse en promesa de futuro. Su inteligencia la llevó a la Universidad de la Sorbona, en el Quartier Latin de París, aquella cuna histórica de la sabiduría europea. Estudió Medicina con fervor y, tras años de disciplina, obtuvo su título con Magna Cum Laude. La vida le sonreía, y su nombre ya era sinónimo de triunfo.
Pero la envidia es sombra persistente. Entre sus compañeras, Sara y Estela guardaban rencor en silencio. No soportaban verla erguirse tan alta, ni escuchar cómo su nombre era celebrado en las aulas. Sus celos las llevaron a buscar la ayuda de un viejo monje excomulgado por el Papa, experto en artes prohibidas. Juntos conjuraron un brebaje, y una noche, Marie lo bebió sin sospechar nada.
El tiempo se quebró. En un parpadeo, su mundo moderno se disolvió y despertó en otro: la Francia de Carlos VII, año 1431, la era de la Inquisición y las hogueras.
Confundida, apareció en el granero de una finca, donde conoció a Philippe y Juliette, campesinos de vida austera. Ellos la recibieron con cautela, pero pronto quedaron maravillados al verla asistir partos imposibles de animales con sus manos sabias. Su fama creció y comenzaron a llamarla la mujer de las manos milagrosas.
No pasó mucho tiempo antes de que la peste llegara. Para los aldeanos era obra del demonio; para Marie, era una enfermedad conocida. Ordenó quemar vestimentas, aislar enfermos, limpiar con fuego y agua. Sus medidas salvaron a muchos pueblos enteros.
Sin saberlo, entre los que sobrevivieron estaban los antepasados de Sara y Estela, iguales de ruines que sus descendientes. Pronto las sospechas empezaron a crecer:
—¿Cómo puede esa extranjera salvar lo que ni clérigos ni médicos entienden? —murmuraban.
Una noche, Philippe habló con Juliette al calor del fuego:
—¿Crees lo que dicen de ella, que es bruja? —preguntó el campesino, con voz grave, mientras daba un sorbo de cerveza de cebada, muy común en ese tiempo y de baja calidad.
—No lo sé, marido —respondió Juliette—. Sus manos curan y salvan. Pero la gente tiene miedo, y el miedo siempre pide fuego.
Marie, al escuchar los rumores, intentó explicar lo imposible: que venía del futuro, que era Doctora en Medicina, que por eso sabía de la peste y sus causas. Pero sus palabras fueron un error. Para ellos, era prueba de su herejía. La gente comenzó a apartarse de ella como si llevara la muerte en la piel.
El rumor creció como incendio, hasta que un día los antepasados de Sara y Estela alzaron la voz en la plaza:
—¡Quemen a la bruja!
El clamor se volvió coro. Se levantó una pira gigantesca. Marie fue conducida hasta allí, atada, entre insultos y plegarias. No era la única acusada de herejía. A su lado, otra joven de mirada ardiente aguardaba resignada. Marie, temblando, le preguntó su nombre.
—Soy Juana… Juana de Arco —respondió la muchacha, con voz firme.
Fue entonces que Marie comprendió el horror de su destino: había llegado justo al año 1431, el año de la traición y las hogueras. Ella, enviada por envidia y magia oscura; Juana, entregada por la política y la cobardía. Dos mujeres arrancadas de sus caminos, ambas condenadas por lo mismo: ser distintas, ser poderosas, ser incómodas para su tiempo.
El fuego se alzó, devorando las sombras de la plaza. Y mientras las llamas crecían, Marie comprendió que la historia no la recordaría como doctora ni heroína, sino bajo el mismo grito que la condenaba:
¡Muerte a la hechicera!
JUSTO ALDÚ @ Derechos reservados 2025
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Autor:
JUSTO ALDÚ (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 22 de agosto de 2025 a las 00:20
- Comentario del autor sobre el poema: Este relato tendrá una sorprendente segunda parte. Gracias de antemano por sus visitas, lecturas o comentarios. Lo hice dedicado a mi segunda hija llamada Marie quien luchó decididamente por graduarse como doctora hace algunos años siguiendo los pasos de su hermana. Los contratiempos nos hacen más fuertes para afrontar los retos. El éxito estriba en la perseverancia para conseguir nuestras metas.
- Categoría: Sin clasificar
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