Sumergido en las sombras de su propio eco,
hombre de piedra, anclado al borde del tiempo,
silencio de musgo, y llama dormida
barro sin canto, espejo que no devuelve su reflejo.
Portador del ruido y analfabeto del viento,
caminante en la línea que separa
la semilla del fruto y el deseo del abismo.
Hombre de brazos vacíos, yunque de nostalgias,
prisionero del verbo que no dijo,
constructor de dioses y esclavo de verbos no dichos
sombra buscando contorno.
Hombre, torpe artesano de su alma,
cazador del suspiro vestido de dudas
y certezas que nunca fueron suyas.
Comentarios1
Gracias por compartir tus letras, Elizabeth.
Buenas noches.
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