VITALIDAD INVERSA

La era digital asoma
con un lenguaje codificado,
encriptado,
algebraico,
agotando las formas de mi escribir…
son notas que no distingo.

Unas luces
se encienden
y se apagan
en el horizonte,
y sin motivo
han paralizado al porvenir
en una duda agónica.

Hay una vitalidad inversa
en los componentes de la realidad,
que, con un dejo de inocuidad,
se sostiene con mi aliento.

El tiempo
está escondiendo algo que le incomoda,
y sus rachas de momento
se quiebran
entre los nuevos paradigmas
que la red está maquinando.

Las calles,
frías e impersonales,
miran la lluvia,
que cae sin fuerza,
víctima de un frente meteorológico
que no estaba en ningún calendario.

Creando atmósferas
para los intrincados sentidos
de mi subconsciente,
invento un invierno
con nubes que se disipan
al chocar con el mar.

Hay ansias rotas,
anhelos perdidos,
copando las ventanas
de los centros comerciales.

Letreros de neón,
pasados de moda.
Relojes tirados por doquier,
reemplazados por una
“chuchería china”
que no resiste análisis.

El día
se cae de bruces,
y mi poesía
acaba de crear un puente
para activar el alma,
maldecida por la nostalgia
durante demasiado tiempo.

Las palabras vuelan.
Las frases se agolpan.
Los versos
son traducidos por los silencios.
Y la profundidad
de mis metáforas
se llena de desaliento.