Esta madrugada desperté con la certeza de que la casa había cambiado mientras dormía, los pasillos parecían más largos, y cada puerta que abría se encontraba con otra puerta que no recordaba haber visto. El aire estaba pesado, como si respirara conmigo, y en cada inhalación sentía que un pedazo de mí quedaba atrapado entre las paredes.
Sobre la mesa, el tintero había regresado, pero esta vez la tinta era negra como el vacío, al mirarla, las letras se movían lentamente, formando tu nombre una y otra vez, como si insistieran en no dejarme olvidar que aún existes, incluso cuando no estás. Intenté tocarlo, pero mis dedos se hundieron en un frío viscoso, como si el agua de la noche hubiera aprendido a sostenerme.
La luna se había tornado pálida, translúcida, mostrando vetas de gris y verde que ondulaban como humo. Su luz proyectaba sombras humanas que danzaban silenciosas sobre el piso, imitando mis movimientos antes de que los hiciera. Intenté cerrar los ojos, pero las sombras penetraron mis párpados y aprendieron mis pensamientos.
El frío dentro de mí ha crecido, ya no es solo un huésped: ahora me abraza, me sostiene, me recuerda que todo lo que amo también puede ser un cadáver. Y en ese abrazo encontré algo perversamente hermoso: la certeza de que incluso en la ausencia, tu sombra no me dejará jamás.
© 2025 Rafael Medina ✦ Todos los derechos reservados
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Autor:
Rafael Medina (
Offline)
- Publicado: 19 de agosto de 2025 a las 03:33
- Categoría: Gótico
- Lecturas: 1
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