Regreso al refugio

legube43

Regreso al refugio

Leonardo Gutiérrez Berdejo

 

Entro y el portón de color incierto lanza un chirrido de alegría;

la Planada se extiende;

la cerca viva vibra pero se mantiene firme, 

acumula los ataques de la pandemia que no ha logrado atravesar sus afiladas espinas;

la verde grama se inclina y esparce sobre mis zapatos enlodados

el rocío que recogió durante la noche;

los pájaros, libres al viento, anuncian alborozados mi llegada.

 

Gusanos, hormigas, abejas, orugas y polillas corren a esconderse,

y el limonar lanza su ácido silbido;

las ramas secas del mandarino me abrazan y sollozan;

el guayabo adormecido me cuenta del raudo verano

y de la lluvia incesante de los últimos días que no pudo remozarlo; y

el orgulloso níspero se inclina,

ramos de azahares engalanados perfuman el camino.

 

Hormigas deambulantes corren a esconderse por el temor al fuego del Lorsban;

¡maldito!, gritan igual que los desplazados del camino que huyen de los oficiales de turno;

no tienen vergüenza, siempre con hambre trituran lo que encuentran.

Silba el viento y trinan los canarios en su feroz lucha

contra los ágiles azulejos que anidan entre los pinos reverdecidos,

los amarillos crotos, y las perpetuas siemprevivas.

 

Gorjean las mirlas, el águila acecha, la paloma arrulla

y desde el empinado risco las guacharacas parlotean desesperadas;

el alpiste del suelo se ha acabado, solo quedan granos de arroz triturados,

algunas plumas de colores precarios, y frutas secas que el viento desprendió.

 

Carúnculas yertas se esconden en medio del pastizal vecino.

Saltan Juguetón y Muñeco,

babean mi mano que apenas los saluda;

insisten en corretear a mi lado para abrirme camino

y contarme del hambre que han sentido durante mi ausencia;

sus rabos rebanados hablan de furtivos visitantes,

pero yo no los escucho.

 

Advierto plumas en el corredor y el olor de la cocina se me encima;

huyen las aterradas lagartijas a resguardar sus camas;

juegan las mantas sobre la cama esperando que el amor las endulce;

las botellas de güisqui y cerveza tintinean jubilosas

y explayan sus bocas untadas de alcohol a la espera de mis sedientos labios.

 

Abro la ventana y el campo se agiganta a mi vista ufana:

naranjos, mangos y guayabos crecen cerca del cauce del arroyo altanero;

gotas de agua se deslizan lentas por el suelo recubierto de polvo escurridizo.

Abunda la mala hierba.

Recorro el sendero que me lleva al final de la huerta

y respiro profundo para llenar de aire mis pulmones perplejos,

cansados de la oscura ciudad.

Un gallo escarlata extiende su pícara algarada sobre la loma del cocotero

y un labriego amistoso me saluda con un grito charanguero al pasar sobre su asno corretón.

Regreso a la cabaña.

El fogón llamea, gimen los platos y claman las cucharas,

me abrazo al jarrón de los sedientos y huyo de la agreste escalera de salientes afiladas

que despiadada partió mi cabeza el día que me fui.

  • Autor: legube43 (Online Online)
  • Publicado: 18 de agosto de 2025 a las 07:18
  • Comentario del autor sobre el poema: Hay veces, -que no son pocas- regresamos a ese lugar que se rellena de alegría cuando pisamos el camino que conduce a él. Y a pesar del dolor que alguna vez hallamos sentido, regresamos contentos a disfrutar de ese lugar.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 2
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