En la penumbra incierta de mis días vacíos,
cuando el alma se esconde de tanta soledad,
aparecen tus ojos, dos fuegos tardíos,
y en su brillo se apaga mi necesidad.
No hacen falta palabras, ni promesas gastadas,
ni el sonido del mundo, ni el ruido de mí;
con mirarte se calman mis guerras calladas,
y el abismo se cierra donde antes caí.
Negros, pero no oscuros, sino luz concentrada,
como el cielo sin luna que empieza a encender,
como tinta que escribe lo que el alma callaba,
como noche que enseña lo que es renacer.
Tus ojos, dos relámpagos sin tormenta alguna,
me atraviesan sin prisa, me devuelven la fe,
y aunque a veces parezco no creer en la luna,
cada vez que me miras… yo vuelvo a creer.
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Autor:
Carlos Arturo Mendez Diaz (
Offline)
- Publicado: 16 de agosto de 2025 a las 04:23
- Categoría: Amor
- Lecturas: 8
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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