TABLERO INVISIBLE PARTE 4: EL REY SIN NOMBRE

starmoon

Lo soñó primero.
Pero no fue un sueño común.
Fue uno de esos sueños que pesan al despertar, como si el alma hubiese viajado demasiado lejos en una sola noche.

Elías estaba solo en un campo sin fin.
No había cielo ni tierra: solo una superficie negra como el carbón, pulida como un espejo.
Y allí, al centro del mundo, el tablero.

No era de madera ni mármol.
Era de luz y sombra.
Las casillas se extendían hasta el horizonte, infinitas.
Y al otro lado, una figura.
Alta. Inmóvil. Sin rostro.

El Rey.

No hablaba.
Pero su silencio llenaba el aire como una sentencia.

Elías quiso avanzar.
Pero cada paso que daba, la figura daba uno igual.
Cada intento de acercarse era un reflejo.
Como si jugara contra sí mismo.

—¿Qué eres? —susurró, sin esperar respuesta.

Y entonces, por primera vez, el Rey alzó la mano.

No para atacarlo.
No para detenerlo.
Sino para señalar el tablero.

Allí, en el centro, donde deberían estar las piezas, había solo una: un espejo redondo.

Elías se miró.
Y no era él quien devolvía la mirada.

Era el niño.
El que jugaba solo.
El que lloraba frente a una puerta cerrada.
El que aprendió a callar.
El que temía ser visto.

—No eres mi enemigo… —murmuró Elías, estremecido—.
Eres todo lo que he negado.

El Rey inclinó la cabeza.
Y con ese gesto, el mundo tembló.

El tablero se quebró en mil fragmentos.
El espejo cayó y se hizo polvo.
Y antes de que pudiera hacer algo, Elías despertó.


No estaba en su habitación.
Ni siquiera en la ciudad.

Estaba en un bosque gris, lleno de árboles sin hojas y niebla sin origen.
A su lado, el cuaderno.
Abierto. Manchado.
Con palabras que no eran tinta, sino ceniza.

“El Rey no busca destruirte.
El Rey espera que lo reconozcas.”

Elías se levantó con dificultad.
Sabía que no tenía mucho tiempo.

El ciclo no se rompería solo.
El tablero estaba volviendo a armarse.
Y esta vez, tendría que hacer un movimiento distinto.

Uno que no era hacia adelante, ni hacia atrás.
Sino hacia adentro.

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Comentarios +

Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Genial y hermoso tu preciado versar estimado poeta y amigo
    Saludos desde Torrelavega
    El Hombre de la Rosa



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