LA CHICA DEL ROSTRO PÁLIDO

LA CHICA DEL ROSTRO PÁLIDO

Con solo un metro sesenta y cinco,
su presencia destaca 
por lucir un rostro pálido, sereno
aunque también a la vez nervioso, como de
gacela sorprendida 
en terreno descubierto y obligada a decidir
con prisa el itinerario:
si cruzar por el puente de tablas,
si correr paralela al arroyo,
pero siempre ir de huida,
y siempre borrar las huellas,
o mejor, quemar el pasto
al poco de haber pasado.
 
Con zapatillas deportivas
y un suéter anaranjado,
si esta chica del pálido rostro
se hubiera educado en familia antigua, 
noble, la dueña del latifundio,
la sencillez de su atuendo
hubiera resultado algo forzada, inverosímil
una engañifa, solo un recurso
para caer mejor a los lugareños, 
a los habitantes del barrio, del pueblo,
del suburbio,

Corre, corre pastorcilla,
dueña de todo el rebaño,
con sus montes, con sus valles,
con sus parientes lejanos
casi siempre estrafalarios.

Gaspar Jover Polo