Te invoco cuando la noche se viste con sus joyas de sombra y la luna, pálida reina enlutada, corona de plata el silencio de mi alcoba.
Entre los jardines que el tiempo deshojó, las rosas, vencidas por su propia sangre, aún inclinan su frente hacia la tierra como si rezaran por tu regreso.
En mis sueños, tu voz se derrama como vino oscuro sobre mi alma sedienta; tus manos, frías como relicarios, sostienen mi rostro con la ternura de quien ama incluso en la condena.
Pero despierto, y el mundo es un mausoleo donde solo tu ausencia respira.
He aprendido a amar tu sombra con la misma devoción con que se besa una herida, he guardado tus besos en cofres sellados para que el tiempo no los corrompa.
Y aunque sé que tus pasos ya caminan en otra eternidad, cada noche dejo la ventana abierta, por si el viento, cómplice de los muertos, decide traerte hasta mí, para que la muerte nos encuentre abrazados y confunda nuestros cuerpos en un único sueño sin fin.
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Autor:
Rafael Medina (
Online)
- Publicado: 13 de agosto de 2025 a las 03:14
- Categoría: Gótico
- Lecturas: 1
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