Demonios

Alejo DM

Son una jauría de bocas sin rostro, que escupen saliva espesa que huele a miedo.

 

Adelante, y en silencio, mi fiel compañera me olfatea desde adentro, rasgando con su aliento el último pedazo de alma que aún se aferra a la existencia; desmoronando cada sueño, cada anhelo, cada sentimiento.

 

Huelen la carne húmeda; la frustración es su banquete. Y entonces, los demonios mastican despacio, reptan y se enroscan, triturando mis pensamientos y silenciando las palabras.

 

Y, por más que grito, nadie escucha. El crujido de mi propia esperanza se transforma en una llama venenosa que confunde y atrapa.

 

No hay día. No hay noche. Solo un cuerpo vacío, como un pozo fétido que huele a olvido; que, con su peste, intoxica cada brillo que se le acerca; que no repara en la tristeza, que no alimenta la existencia.

 

Allí, la vida se pudre despacio, presa de sus propias cadenas, lamiéndose las heridas, esperando hacer costra, pretendiendo ser polvo.

 

Como ese perro que muere olvidado, amarrado a su destino, con los ojos nublados y la lengua seca, mientras las moscas celebran su derrota.

 

                             Alejandro Deaza.

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