Escena en Sexta Rima: El Canto Fingido (Bambi II, el príncipe del bosque)

Ángel Ruiz Egea



I.

 

El sol se oculta… el claroscuro frío

se halla bañando aqueste gran paisaje.

El cervatillo, estando en su extravío,

ha escuchado inocente tal mensaje,

recuerda de su madre aquel cariño,

aquel que le amparó de adulto y niño.

 

 

II.

 

— Estoy aquí… — susurra aquella voz.

— ¿Mamá? ¿Eres tú? — contiene ya su aliento.

— ¡Soy yo! — y el pobre se alza en su precoz

emoción infantil; cabalga al viento

a do su acento le proclama fuerte

el encuentro de milagrosa suerte.

 

 

III.

 

Recorre el bosque, se halla con su manto

la estación blanquecina ya arropada;

crecen las sombras, mas el dulce canto

indaga en su alma: se quedó apenada,

de compañía maternal su falta

olvida la prudencia y bien se exalta;

 

 

IV.

 

se abre el camino, su cabeza asoma

al prado, lejos, solitario, mustio…

Murmura el aire en misterioso idioma.

— ¿Hola? — Nadie contesta. Yo me enmustio,

amarga sensación, así contemplo

su lástima en regreso al bosque, el templo.

 

 

V.

 

Y resuena, de pronto, maravilla

que trina en sus oídos y en su pecho

golpea el propio asombro: pesadilla

del amargo delirio en este trecho:

el eco lindo llama a la criatura

más traicionera a la Natura pura.

 

 

VI.

 

Avanza por la nieve sigiloso,

en sus pasos no torna el caminar.

El cielo, tinto, y más pesadumbroso,

del cálido horizonte el indagar

advierte el engañoso desatino

arrollando terrible al pobre sino.

 

 

VII.

 

Graznan los cuervos, y volando presto

proclaman en alerta amargo aviso:

— ¡Hombres! ¡Se acercan hombres! — Y su gesto

se congela; el furor fatal, conciso

de ladridos ariscos amenazan

al Príncipe, presa a la que cazan.

 

 

VIII.

 

Cabalga fiero y en carácter firme,

yendo a romper estragos, las cadenas

de Muerte a su hijo que apresan firme

la cárcel gélida de sus condenas;

¡fuerza, Señor, flaqueza a los villanos,

de humanos los esbirros más tempranos.

 

 

IX.

 

Avanzan los rivales sin mïedo,

en la brusca batalla ya se enfrentan,

golpeando los cuernos en su credo

el honor de los bandos incrementan.

A los lobos derrota, y escapando

mandan la orden: el brillo es el comando.

 

 

X.

 

Apunta el perdigón, mortal final

va a resonar. Aparta al joven hijo:

— ¡Corre, Bambi! — ya exclama. — ¡Vamos, sal!

Lo empuja y el sentido vuelto y fijo

recobra al fin, corriendo con viveza,

y así el estruendo alejan con destreza.

 

 

XI.

 

El crepúsculo cae. Nueva noche

se asienta más sombría, y en tinieblas

de vahídos helados cierra el broche

que todo el miedo ultima; mas las nieblas

del camino hacia el reino ya confuso

provocan a cualquier osado intruso.

 

 

XII.

 

Reprocha el padre su desobediencia

al hijo que paralizó su guardia

por engañoso horror, ¡ay, la conciencia,

el buen recuerdo, si por retaguardia

no ha defendido, en pobre desenlace

su logro ha cometido aquel vorace!

 

 

XIII.

 

Reina el silencio, la serenidad

vuelve gentil al bosque sumergido

en plateada bruma y vanidad.

Se vuelve así a su vástago querido,

indicando al hogar el buen retorno

de la quietud cubiertos del entorno.

 

 

XIV.

 

De esta ventura el cúlmine más triste

vivido ya le aflige su nostalgia,

de apego ansiado y faltó aquel despiste

la causa pérfida de su noble algia¹.

Apenado suspira, y al retiro

vuelve, sin aclamar jamás su giro.

 

¹. Dolor.

  • Autor: TheXXIDaPonte. (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de agosto de 2025 a las 15:45
  • Comentario del autor sobre el poema: Poema en sexta rima sobre una de las escenas de la película "Bambi II: el Príncipe del Bosque". Este es el primer poema narrativo del autor.
  • Categoría: Fábula
  • Lecturas: 12
  • Usuarios favoritos de este poema: Lambdasan, Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.