SOMOS EL FRUTO MADURO DE UNA ESTACIÓN LEJANA, de Miguel Oscar Menassa

Editorial Grupo Cero

25 de Abril de 1982 

SOMOS EL FRUTO MADURO
DE UNA ESTACIÓN LEJANA

En plena noche
Ella sigue siendo mi luz
y descansar me parece
absurdo en su presencia.

Ella produce luz cuando vibra su cuerpo
cuando su cuerpo tiembla de volcanes perdidos
de volcanes abiertos cual pestilente herida
escupiendo y llorando
calientes tempestades de silencio.

Abro los ojos para verla temblar 
y Ella me enceguece con su luz.

Cuando su cuerpo recorre
los escándalos de la noche
cuando su cuerpo se detiene
violín interminable
en infinitas notas imposibles
como una música
loca de silencio
la luz
infinita luz
se enceguece a sí misma.

Al compás
de los últimos movimientos de su cuerpo
todo es gris.
Como cuando la lluvia
te parte el corazón
como cuando en invierno
las heladas razones del odio
en tu cuerpo
hacen fracasar todo temblor
todo sueño.

Y el gris es
más que la soledad
más que el silencio
como cuando las piedras
se defienden de las piedras
como cuando la noche estalla
de oscuridad y sombras.

Reina la noche 
y Ella, todavía, 
es Poesía.

Animal de luz.
Bestia del tiempo
baila para mí
última danza.

Se contornea y salta entre la muerte y la locura
sin brusquedad como danzando entre corales
como danzando entre nubes ardientes de plenitud.

Su cuerpo es el amor
es el amor que nos lleva más lejos que la muerte
amor de amores más imposible, aún, que la locura.

Amor no sabe nada de la vida 
es una carne abierta
a las palabras más pequeñas.

Amor no reina sobre nada
danza sin esperar respuesta
como si la vida fuera su compás.

Furtiva
entre la espesa niebla 
donde se pudre el tiempo 
envuelta en mis palabras 
crucificada por el amor 
sonríe
abierta como nube
partida por el sol.

Yo era el inefable
hombre de las cavernas 
buitre feroz sin patria
caía
con toda mi destreza 
sobre tu pequeño tiempo 
muerto entre la niebla
y me lo comía.
 

 

(Del libro la Poesía y yo; Ed. Grupo Cero)

 

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Comentarios +

Comentarios1

  • JUSTO ALDÚ

    Este poema tiene un pulso intenso y una imaginería que oscila entre lo erótico, lo místico y lo desgarrado. La figura femenina aparece como eje absoluto, luz que deslumbra y, a la vez, abismo que consume. El verso libre permite un flujo emocional sin ataduras, donde las imágenes —volcanes, violines, nubes ardientes— se suceden con fuerza casi cinematográfica. Hay una constante tensión entre la exaltación de la belleza y el reconocimiento de la muerte, la soledad y el desgaste del tiempo. El cierre, abrupto y crudo, rompe la atmósfera contemplativa y la lleva al terreno de lo instintivo, casi depredador, reforzando la dualidad entre lo sublime y lo salvaje.

    A veces rescatar esos poemas en verso libre contenidos en libros es interesante. Hay sobresalientes que entre un mar de "poetas" no llegan a un amplio sustrato de lectores. En esta página se conocen y se aprecian.

    Saludos

    • Editorial Grupo Cero

      Gracias por la calidad de tus palabras, por el despliegue de la función poética y el criterio forjado de tan ávido lector. Un saludo afectuoso



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