La Carne de la Llama y el Jade

Leoness

Tu belleza no es la de un jardín, sino la del jade

escondido en el corazón de la tierra.

Una belleza tallada por la furia,

donde cada línea de tu cuerpo es la frontera

entre la vida y la muerte.

Cuando tu boca me encuentra, no es un beso,

es la mordida de una serpiente sagrada,

que inocula en mis venas la lujuria,

la necesidad salvaje de poseer.

Y en esa lucha erótica, visceral,

nuestros cuerpos son dos montañas en erupción,

dos dioses de ceniza y fuego que se unen

en un éxtasis primigenio.

El olor de la pólvora y el sudor en tu piel

es el incienso que arde en mi templo.

Y tus manos, que han de construir un futuro,

también son garras que se aferran a mi carne,

dejando marcas de tu pasión, de tu poder,

de la fiera que habita en tus huesos.

Y es en el filo de esa espada,

entre el peligro y el placer,

donde encuentro tu verdad más profunda.

La guerrera, la mujer, la bestia andina.

Todo en uno, en el temblor de la noche,

en el jade oscuro de tus ojos,

en la llama viva de tu carne,

amada mía y salvaje en mi épico poema de amor.

 

¡Y la tregua recitó aquella situación de amor!

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