Ancianidad

Me tomo los años con calma,

trato de no ser yo el que habla,

le he dejado ese privilegio al tiempo,

ahora, solo guardo las memorias,

sonrió sin excesos frente al mar,

que se inmola ante mis ojos,

para acariciar la arena,

con sus olas que mueren sin percatarse,

que volverán a ser olas perdidas en la inmensidad,

como el alma del hombre que se ha perdido en el tiempo,

entre los paisajes, en los olvidos que ultrajan la vida.

Soy en verdad un anciano,

que alaba los sueños sin ofender el presente,

que guarda las imágenes para no perderse en la nada,

que adentra la mirada en el cielo buscándose a sí mismo.

He tropezado con el éxito,

me he enfrentado al fracaso,

extasiado del viento, he intentado volar sin tener alas,

he oteado desde las alturas la planicie que me espera,

he vivido los excesos y atesorado las pobrezas,

después de todo el esfuerzo,

no reclamo al tiempo desamparo alguno.

En verdad, nada poseo, más que el amor que he vivido,

yo sé que la vida es mi locura,

aunque no se si ella realmente sabe que existo,

cuando mis ojos sufren el exilio de todo lo que se ha ido,

el desánimo por lo que todavía espero,

separar el dolor de quienes me ignoran,

y disfrutar el clamor de aquellos para quienes existo,

en verdad no poseo nada

pero amo la vida porque aún existo.