Simplemente la muerte

José Luis Barrientos León

 

Hay una línea que no me atrevo a cruzar,

Aunque la brújula persistente,

me indique que allá está el mar abierto,

el infinito amor encapsulado en una promesa,

de la que me espera, de la quizá yo espero.

 

Es la línea que abandona las cosas comunes,

para trazar un norte a las sombra de los muertos,

a esa sombra que no trae paz y tampoco abandono,

que no se oscurece, que no se ilumina,

que tan solo expresa el horror de vivir,

como si fuese una consecuencia,

alejado de las ventanas,

por el temor de mirar pasar el tiempo,

separado de la voz para no pronunciar su nombre,

que duele todos los días y en cada mirada.

 

Es la línea del reloj que llega a su fin,

en la boca del que ha muerto,

en el espejo sin rostro, sin reflejo,

en el sonido del silencio.

 

La línea de la espada que cercena la balanza,

que ajusticia el pensamiento,

con la escrupulosa moralidad de los decesos.

 

Es la línea de las letras,

que se escriben sin doctrina,

sin bibliotecas ni linajes,

con la duda de lo sucesivo,

con miedo a lo eterno.

 

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