Ese cálido ángel,
Con su piel suave y blanca
Sus ojos blancos reflejaban la Inocencio pura
Sus vestidos más blancos que las nubes
Y estaba ahí,
No era cualquier angel
No era un ángel normal.
Pero yo tampoco era cualquier demonio
Me había enamorado de aquel angel.
Si espléndido fervor era único
Su aura maligna, y físico puro era dulce
Me gustaba, me atraía.
Y ahora estaba alli,
Tocando ese instrumento.
No era un tambor
No era un violín
Era una guitarra, no cualquiera guitarra.
Una electrica, que entre sus manos de deslizaba
Escucho tu latido entre la bruma y el ruido
y ya no sé decir lo que vine a hacer aquí...
Castillo destruido siempre al repetirme
y ver el límite donde ni siquiera existe
uno que se digne. Vivo en la renuncia,
mente sucia de matices, de quizás impredecibles
osadías ahora mías si soy libre frente a ti
en la práctica de asfixiarme, me imagino.
Paso las páginas de mi cuaderno
y no me encuentro dentro como entonces
que podía sentir el roce del olvido
hasta conmigo que deliro, esquinado
en un informe privado de mi vista
insistente a qué resista el eslabón
que es mi mal signo,
el de esta voz de algún desconocido
en mi cabeza (la registra y no hay ni ideas que aparezcan y se eleven
entre el leve movimiento condimento de las eras...)