No se bebe.
Se invoca.
Como a un demonio hermoso
que promete el abismo
con voz dulce.
Encerrada en vidrio que no refleja,
despierta al tintinear de la cuchara,
con la pausa febril de la condena.
Quien la muerde olvida su nombre.
Quien la teme, la endulza.
Los demás… fingen que lo entienden.
Porque la Dama Absenta no llega.
Se anuncia.
No alegra. No embriaga.
Solo revela —graciosa— mientras
rasga tu armadura.
Luego da un paso
y se arrastra por tu garganta,
maldito bendito reptil de anís,
cuyo beso, en lugar de amor, promete perdición.
Un buen bebedor de absenta no brinda.
Maldice en verso.
Arde en cuadros.
Confiesa en tinta.
Hasta desnudar el alma,
que no siempre está —ni preparada, ni lista.
Poetas caídos. Pintores rotos.
Amantes con labios verdes
y la mirada extraviada entre humo y genio.
Al final,
cuando todo tiembla un poco
y ya casi no logras contener
al monstruo que aún intentas disimular...
La absenta te mira.
Tú la miras también.
Y entiendes:
no era un trago.
Era juicio,
con forma de espejo.
Y por una vez —una sola vez—
viste tu rostro verdadero,
te supiste maldito
y no apartaste la mirada.
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Autor:
Isidora Luna (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 2 de agosto de 2025 a las 22:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1
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