EL HOMBRE AQUEL, EL PRIMER HOMBRE, de Miguel Oscar Menassa

Editorial Grupo Cero

Alegría brutal la del que muere,

cuando morir,

es sólo un arrebato contra alguien,

la última defensa de sus propias raíces.

 

Desvariado,

un cuerpo,

flota en la inmensidad natural.

 

Abrazado a sus propias entrañas,

con la soberbia de haber podido con la agreste tierra,

de haber podido navegar, tranquilamente, sus dominios,

de haber podido, de tanto haber podido, por no poder amar.

 

El ermitaño de la ciudad, el hombre de cemento,

sólo desea, las torrenciales lluvias del verano,

-un hecho tan natural, siempre lo sobrecoge-.

Seguramente morirá a pleno sol

y su vida habrá sido desesperado andar,

la vida, de un hombre solitario:

Entre montañas,

entre amaneceres y raíces y piedras preciosas

y la vastedad de los océanos

y para finalizar

y anunciando el único comienzo de todo,

otra vez, las montañas.

 

Un hombre tan natural no es un hombre.

Pequeña bestia acorralada por los vientos,

pequeña y bestial materia viviente,

primitiva, lejana y todavía,

en las manos de Dios.

 

 

(Del libro La patria del poeta; de. Grupo Cero)

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