LA DAMA DE LAS CAMELIAS

José Mario Calero Vizcaino

   

Hoy no quiero ver colores;

hoy quiero ver en blanco y negro,

en todas las gamas del gris.

Rieguen las flores: esta tarde se marchitan.

Hoy quiero llorar mi pena —la nuestra—

hasta elevar el mar con lágrimas.

 

Ayer se cerró una historia:

la historia de la dama de las camelias.

Hoy nos toca despedir

a la reina de las flores.

 

Mientras la familia y los amigos te velamos,

tu cuerpo se vuelve humo y cenizas.

Tus historias quedan suspendidas

en la memoria de quienes vienen después

y de amigas que aún resisten la vida.

 

Hoy abrazo el vacío de tu ausencia;

y en sintonía, desde lugares lejanos,

un mismo temblor nos une:

tres generaciones y todas las amistades.

Hoy se seca el alma,

hoy se vacía el alma.

 

Porque fuiste hija, hermana,

hermosa y joven;

ofreciste juventud y tiempo

al laboratorio de un hospital.

Decían que eran tuyas

las piernas más bellas del lugar.

 

Allí, con dulzura femenina,

conquistaste a tu compañero:

fuiste esposa,

y amaste profundamente a tu médico,

el doctor de tu corazón.

 

Fuiste madre, madre, madre;

madre, madre —madre, madre, madre—.

¡Fuiste feliz!

 

Dejaste el hospital,

te hiciste esposa-madre, cuidadora,

y cultivaste flores.

Fuiste maestra, mujer libre,

y viviste siempre dignamente.

 

Fuiste guerrera:

defendiste tu hogar y tu amor

de intrusas oportunistas,

de mujeres sin principios

que ansiaron tu lugar.

 

Tu hogar fue fuente de vida,

de vida, mucha vida…

luego vino la tormenta.

 

Perdiste a dos hombres amados:

primero tu hijo mayor,

después tu esposo: quedaste viuda.

¡Fuiste tristeza!

 

Fuiste amiga,

y quienes te conocieron

siempre honraron tu nombre.

 

Participaste con energía

en la Federación Mexicana de Jardinería;

tu flor se abrió, y tu sabiduría,

tu ética y estética

te hicieron juez y maestra.

 

Entendiste que quien siembra, cosecha:

tu mejor creación floral

fue tu familia.

 

Fuiste suegra:

tu esposo, de ascendencia italiana

tejió culturas y te regaló

el nombre de «Nonna».

 

Serena, dulce Nonna,

te viste rodeada de nietos,

y ellos, con el tiempo,

te trajeron bisnietos.

 

Fuiste anciana,

y al final inválida.

Pero tu corazón, principios y razón

fueron firmes,

firmes en nosotros,

y así seguirán.

 

Tus raíces familiares

nos unirán siempre, abuela.

 

Hoy los lazos físicos

se vuelven lazos espirituales.

Hoy vuelves con aquellos que amaste

y que partieron primero.

 

Deseo que reencuentres a tu esposo

en un lugar sin invierno,

un campo eterno de primavera.

 

Hoy suspiro y creo,

quiero creer,

que estás con Dios.

 

       

  • Autor: Orelac - el Arquitecto Verde (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 31 de julio de 2025 a las 09:43
  • Comentario del autor sobre el poema: En homenaje a María del Refugio Cook Bello, María del Refugio Cook de Vizcaíno, Cuca, la «Nonna».
  • Categoría: familia
  • Lecturas: 2
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