Dicen que los ojos
son espejos del alma,
y los míos,
con solo un parpadeo,
delatan tormentas que no nombro:
cansancio, dolor,
susurros oscuros
que nunca me atreví a pronunciar,
pero que laten,
enjaulados,
esperando no escapar jamás.
Antes brillaban,
dos canicas de vidrio puro,
centellas que jugaban con la luz;
hoy son faroles muertos,
apagados
como un interruptor
en una celda helada,
donde no entra ni el viento.
Ya no pienso:
mi mente se aferra a un eco,
repite la misma sombra
hasta que el sueño me rinde.
Y al despertar,
solo observo el techo,
en un silencio que arde,
con la sensación punzante
de una daga hundida
en el costado
de este corazón marchito:
arrugado,
deshecho,
como un papel viejo
que ya no soporta
una sola palabra más.
Fui al doctor,
me dijo:
“Es mal de amores”.
Pero ningún remedio
cura heridas
que no sangran por fuera.
Hablo conmigo misma,
me recito para no quebrarme,
pero es como hablarle a la piedra:
impenetrable,
inerte,
fría.
Ya solo me queda esperar:
si este silencio tiene cura
o si aprenderé a bailar
con la sombra que me habita,
hasta que un día,
sin aviso,
la luz vuelva a encenderse
en mis ojos.
-S.S
-
Autor:
Sara Sofia Bocanegra Carvajal (
Online)
- Publicado: 31 de julio de 2025 a las 01:41
- Categoría: Triste
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin
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