INEPTITUD

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

No pude levantarte...habías caído pesadamente resbalándose de mis manos tu cabeza adolorida; no grité, no lloré, tu nieta fue la que llamó a la ambulancia mientras yo intentaba en vano desincrustar tu pierna de la jardinera donde crecía el árbol, el mismo árbol cuya rama hacía décadas dañó tu columna cuando imprudentemente la trataste de sostener, un episodio donde no hubo culpables, un episodio que sumó otra herida no curada a tu expediente de vida. No pude levantarte, mis fuerzas no daban para tanto, mis años de ausencia, mis ingratos recuerdos, mis silencios, mi egoísmo me habían debilitado y tu dolor pesaba tanto en tu cuerpo que no pude levantarte ni un centímetro, tampoco pude llorar, internamente sabía que te ibas para siempre, pero las lágrimas estaban estancadas, tal vez en las paredes de la casa que fue nuestra prisión, lágrimas que se mezclaban con las tuyas, unas avanzaban, otras retrocedían... enigma indescriptible; no grité ni te llamé desesperada, no sabía cómo, estaba condenada al silencio desde que nací, desde que mi memoria me convenció de que mi voz no valía y gran parte de mi vida con ese estigma, sin embargo en esos momentos recordé la tuya (cuando la tenías) cuando eras pájaro mañanero, extensa catarata, esa voz que se mezclaba con la de la abuela, plumas de la misma ave, agua de la misma agua... pero tan distintas, ave que manaba sangre de su cabeza como si hubiera recibido una pedrada, charco salobre junto a un árbol ya seco, incapaz de absorberlo, agua hecha lodo después de que tu cuerpo fue removido y que me recordaría lo incapaz que fui de levantarte.
Me rendí, mientras transcurrían los minutos solo acerté a limpiar tu frente, a hablarte quedito, a decirte las palabras que hubieras querido oír hacía décadas: "perdón mamá" tú escuchabas, lo sé, junto a mi mientras tu cuerpo se convulsionaba como comprendiendo de golpe cuánto me hiciste falta para dar a mi voz consistencia, pero ¿Quién puede dar lo que no posee? y tu voz estaba desterrada, vagando en un valle tan tenebroso, tal vez peor que el mío y no tuvo la ayuda o el valor necesario para abandonarlo. 
En esos momentos seguramente veías claro y supiste que no habías esperado en vano, sabías que el dolor causado hacia ti quedaban disueltos, perdón mamá, yo no pude ser mejor que tu y tampoco podía darte el consuelo que necesitabas, fueron años de silencio y solo tuve días para actuar, cuando el cerco que habías creado a tu alrededor ya era inexpugnable para mi. 
Perdón mamá, por esa incapacidad mía de levantarte, por haberte dejado en esa posición tan grotesca, resoplando los restos de tu vida mientras mis manos te acariciaban inútilmente, como si tú fueras yo y te recibiera por primera vez, momentos en que estabas a merced de una ternura tosca, muda y seca; despidiéndote de mi corazón fosilizado y sin embargo latente, conmovido,  aceptando lo inevitable. 
Perdón mamá, por exigirte conocer tu historia, por quererte ver con otros ojos, por no saber llegar a ti, por tanto secretos, por no ser como tus prejuicios te dictaban que debía ser, por saltar egoístamente mientras te hundías con el barco, por no escuchar mas que voces endemoniadas al mirarlo y regresar después en busca de sobrevivientes a su pecio.
Perdón mamá, te volvías a ser pájaro y regresabas con quienes supieron amarte mejor que yo, ahí donde no hay pedradas ni agua turbia, donde cantas mientras yo todavía no aprendo, donde no hay cercos ni murallas escondiendo secretos vergonzosos, ahora reducidos a una urna con cenizas.
 No pude levantarte, y a mi pesar tampoco yo conmigo he podido, medio siglo ha pasado en un suspiro y la memoria no alcanza a abarcarlo, sigo ahí en esta isla solitaria, con la balsa que he construido para sondear el mar inmenso, he visto pasar barcos junto a mi pero ninguno me rescató, se que no lo harán y tampoco importa, tan solo espero no morir a la deriva, no soy mejor que tu, pero en mi imperfección ansío que al reunirnos podamos volar por primera vez juntas como lo que fuimos, lo que siempre debimos ser y al rozar  las olas cantar por fin el mismo himno.

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